Wednesday, August 30, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 6. Despegue

Aquí tenéis el efecto de otra noche perdida sin currar una mierda. Mañana trabajo, por mis huevos. Creo que me quedó algo corto, y casi no se avanza nada, pero al menos me ha servido para tener algo claro lo que va a pasar en los próximos capítulos, mientras sigo manteniendo los interrogantes. Qué bien me lo paso :).

Una manguera transportaba el deuterio entre ambas naves. Dapal permanecía en la cabina de la Nagash, mientras Wilson esperaba en la nave de Yude a que el contador de combustible descendiese a cero. El resto de la tripulación descansaba de las emociones del día.
- ¿Como marcha eso, Wil?
- Aún queda un poco. A donde fuera que se dirigían, debía de estar bastante lejos. Conseguiremos un buen pico de deuterio.
- Vaya, pues al precio al que está es bien raro encontrar una nave con el depósito casi lleno. Bien, bien, parece que las cosas se nos ponen un poco de cara. Ya tocaba.
- Sí, en cuanto cobremos el trabajo, con todo este combustible, deberíamos poder cruzar al menos una galaxia. Una más y ya estaríamos. ¿Quién lo diría hace unos meses, eh?
Cada uno en su nave, sonrieron. Sí, habían pasado por algunas dificultades, estaba bien tener una buena racha de vez en cuando.
- Wil, ¿qué piensas de nuestros invitados?
- Bueno, el viejo me cabrea, ya lo sabes. Su hijita, así de primeras, me parece un poco mojigata, es una pena que su padre no me deje acercarme a ella, podría ser divertido. Al tipo callado hay que agradecerle que al menos no molesta, y si es verdad que es militar, hasta es posible que nos sea de alguna ayuda. Y Cinty... bueno, he de reconocer que me ha sorprendido gratamente. Y mira que al principio sólo pensé en ella como 50 créditos y una noche agradable, pero hasta no me importaría que se viniese con nosotros.
- ¿Te refieres a su forma de disparar?
- Sí, bueno, a eso y a su forma de entrar en la nave. Sigilosa. Para estar tan asustada casi ni me doy cuenta cuando se nos coló.
- ¿Cómo que casi? Osea que...
- Sí, bueno, ya sabes como eres, si te digo en tierra que se nos subió la camarera, la tiras por la trampilla, haya los disparos que haya, así que tuve que darle una oportunidad de que se escondiera y esperar a que despegásemos.
- Si es que me lo imaginaba... Vamos, que mañana a esta hora el viejo Mart te deberá 50 créditos, ¿no?
- Bueeeeeno...
- Jejeje, ¿"Bueeeno" qué? ¿qué hiciste ahora?
- ¿Sabes cuándo tú y el viejo escondíais los cadáveres y la princesita y el guardaespaldas recogían su equipaje?
- Jajaja, ¡por eso tardasteis tanto en traer la nave!
Ambos compañeros rieron alegremente.
- Pero si quieres te la dejo, ¡eh!. Es que te veo que necesitas un empujón, Dap, y te aseguro que la chica merece la pena.
- Deja, anda, deja. Ya sé como son tus empujones.
- ¡Boh, si es fácil! Mira, le digo que sí, que me gusta mucho, y que pasé un rato maravilloso con ella, pero que me he fijado en cómo la miras, y le cuento la de lo mucho que te aprecio y todo eso, y que no quiero estropearlo o algo así. Luego, con que tú le digas cuatro cosas bonitas...
- ¡Pero si no la miro de ninguna manera!
- Yo lo sé, tú lo sabes, pero ella no sabe la carita de enamorado con la que la miras cuando no te ve.
- Vamos, como la mira Mart, ¿no? Así que es todo por hundir al viejo, ¿no?. Maldito manipulador...

- Aunque... espera, ¿no será que prefieres ser el príncipe azul de la princesita?
- ¿Con esa? ¡Venga, hombre! ¡Ni en broma!
Dapal se alegró de que a través del comunicador Wilson no pudiese ver cómo se ponía rojo. Era una pena que Yude hablara. Cuando simplemente estaba callada sonriendo era tan...
La siguiente repuesta de Wilson llegó a través del comunicador acompañada de un estruendo.
- ¡Hey! ¿Qué demonios? ¡Dap, me están disparando! Tenía que haber activado ese maldito escudo antes...
- ¿Qué? ¿Nos disparan otra vez? Wil, sal de ahí. Tenemos que soltar la manguera. El deuterio.
Los depósitos de las naves estaban protegidos con gruesas capas metálicas, pero si acertaban al conducto de plástico que los unía, todos formarían parte de unos bonitos fuegos artificiales.

Ambos jóvenes salieron a toda velocidad de sus respectivas cabinas, envueltos en los destellos azulados provocados por los impactos de los disparos en los escudos. Dapal buscó con la mirada el origen del fuego mientras corría hacia la boca del depósito de su nave. Wilson ya casi había desenganchado su lado.
- Wil, hay al menos cuatro. Dos tras aquellos ladrillos y otros dos en aquellas dos grúas.
- Cinco. Hay otro entre aquellos palés.
Dapal se giró hacia donde le indicaba, a tiempo de ver como un hombre se levantaba y encajaba en pleno rostro el disparo de Wilson.
- Bueno, ahora sólo cuatro.
Dapal terminó de desenganchar la manguera. Bien, lo más grave se había evitado. En el entorno de las naves estaban seguros, protegidos por el perímetro de los escudos. Con tal de sacar mínimamente el arma para disparar, como acababa de hacer Wilson, podrían defenderse sin demasiados apuros del asalto. Mientras no trajesen artillería más pesada que simples armas de mano estarían a salvo. Dapal acertó a uno de los de las grúas. En la situación en la que estaban era fácil, tenían tiempo de sobra para apuntar sin temer los disparos ajenos. Ya sólo quedaban tres.
- Wil, a la de tres, corre hacia aquí. Yo te cubriré.
- Esto... Dap, creo que va a ser mejor que sea yo quien te cubra a ti.
- ¿Pero qué dices...?
Wilson señaló a su espalda. Dapal se giró para ver, atónito, como la Nagash despegaba, dejándolos en tierra.

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Monday, August 28, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 2: el surtidor de sangre.

El instinto cazador se desperezó en su interior mientras trataba de encontrar nuevas pistas que lo llevasen a una nueva presa. De nuevo encontró un rastro practicamente igual al primero que había seguido. Más orcos; se estaba cansando ya de los malditos orcos.

Primero Graktaf para probar sus habilidades días después de encontrarlo lo había enfrentado a sucios esclavos orcos. Más tarde lo había obligado a participar con su equipo de batidores en una incursión a la superficie para capturar a los miembros utilizables de una tribu de orcos; a todos aquellos por encima o por debajo de la edad de procrear, o que presentaran síntomas de alguna enfermedad habían sido eliminado. La razón era simple y lógica; Graktaf tenía planes a largo plazo. Si conseguía educar convenientemente a los orcos desde su nacimiento obtendría unos esclavos que valdrían diez veces el precio de los actuales. Por eso sólo quería ejemplares en buenas condiciones y en edad de procrear; el resto debían morir ya que no quería dejar testigos. Y la mayor parte del trabajo sucio había recaído en Blaorith.

Le gustaba pelear con orcos, sentir cómo su espada atravesaba limpiamente su carne era una sensación maravillosa, y más con estos brutos que siempre acababan por dejar descubiertos puntos vitales. Sin embargo en las últimas semanas se había cansado de ellos; estaba bien eliminar a unos cuantos pero llevaba demasiados encima y empezaba a aburrirse. Se había animado con la noticia de que en la competición habría diferentes tipos de criaturas; pero hasta ahora se había encontrado con tres orcos y ahora seguía el rastro de otros tantos. No era justo.

Mientras se deslizaba de caverna en caverna meditaba sobre cómo impresionar a los espectadores en la nueva batalla que se avecinaba; ya había demostrado que sabía luchar en la oscuridad y que conocía varios métodos de tortura. Quizás esta vez simplemente se plantaría delante de los orcos y los exterminaría rapidamente. La eficacia y la eficiencia eran cualidades que los drows tenían en muy alta estima. Sí, eso haría.

Sin embargo una sensación que recordaba haber notado en otra ocasión lo obligó a avanzar con más cautela y aguzando más los sentidos; era una sensación parecida a la ansiedad, pero sin llegar a producir los odiosos síntomas de la misma. La última vez había sido mientras investigaba con otros siervos de Graktaf el camino que tomaría la caravana de esclavos. Instantes después de sentirla un enorme gusano había surgido bajo los pies de la patrulla devorando a varios de sus compañeros. Así que hasta el momento todas las veces que lo había avisado (una vez) había pasado algo peligroso.

Finalmente alcanzó una cueva donde convergían varios caminos; en el centro había ocho orcos sentados entorno a una hoguera que todavía ardía; pero estaban muertos. Se acercó a examinarlos y vio que todos tenía un pequeño agujero en sus cuellos; el que dejaban los dardos envenenados de los drows. Lamentó no haber llegado antes y perderse la fiesta. Sin embargo continuaba acosándolo esa sensación tan desagradable. Un silbido lo puso sobre alerta y consiguió apartarse lo suficiente para que el dardo que apuntaba a su espalda pasase sin rozarlo. Se dio la vuelta y a unos diez metros vio a uno de sus compañeros de encierro con la ballesta alzada. Lo recordaba, lo había visto la primera noche cuando se había levantado a vengarse de las chanzas; estaba estudiando un libro que parecía ser de hechizos, de hecho había notado la magia que irradiaba el volumen. Estaba claro que se enfrentaba a un hechicero; llevó la mano a la empuñadura de su espada cuando el agresor comenzó a utilizar el lenguaje manual de los drows.

- Vaya, lo siento. Te confundí con un orco cuando vi esa enorme espada a tu espalda. Mi intención era matar a un orco.

Blaorith sonrió a pesar de la sensación que notaba dentro de sí y le contestó sin soltar su arma.

- No te preocupes, la intención es lo que cuenta. ¿Hiciste tú eso?

- Oh, sí, impresionante, ¿verdad? No se dieron cuenta de que habían muerto hasta que alcanzaron el infierno.

Una vez más Blaorith sonrió a su interlocutor.

- Tienes que ser muy hábil con la ballesta. Nadie diría que son los disparos de un mago. De hecho todavía no sé por qué no utilizaste tu magia para acabar con ellos.

- En la academia no sólo aprendemos artes arcanas. La magia no siempre es la mejor solución. Los que no conocéis el arte no sabéis el esfuerzo que supone lanzar un hechizo. Es incómodo, notas como parte de tu energía desaparece, notas como las palabras desaparecen de tu mente. Aunque no es realmente un incordio hacer magia sí es incómodo, así que siempre es mejor usar otros medios.

Blaorith se estaba cansando de la burla de ese drow. Sabía que estaba mintiendo.

- Vaya, pues tendré que hacerme mago para hacerme un experto tirador entonces. No conozco a nadie capaz de efectuar ocho disparos en apenas dos segundos. Pensaba que el tiempo mínimo para recargar una ballesta estaba en un segundo.

- ¿Qué quieres decir?

- Si los mataste tú a todos disparaste ocho veces. Y todavía no he visto a un solo orco que no se levante cuando ve que sus compañeros mueren uno a uno.

Blaorith desenfundó la espada y con un rápido movimiento echó un vistazo a los alrededores. Contó a cuatro drows aparte del mago. Descubiertos, salieron de sus escondites desenfundando sus armas sin hacer el más mínimo ruido. Estaba claro que estaban inmersos en un hechizo de silencio para no delatar su posición; el drow se dio cuenta de que por culpa de luchar con orcos siempre había confiado en su oído hasta ahora. Tendría que hacer caso al resto de los sentidos.

Los espadachines lo rodearon. Había visto que el que estaba a su espalda llevaba un látigo. Los demás llevaban empuñadas sendas espadas gemelas cada uno. Todos se parecían entre ellos, así que pensó que serían parientes. Supuso que pertenecerían a alguna familia desaparecida y buscarían lo que él, su contratación en otra. Continuó gesticulando con el mago, conteniendo una ira que lo impelía a lanzarse sobre él y arrancarle las vísceras.

- ¿Qué significa esto?

- Ríndete. Si lo haces te daremos una muerte rápida.

- Pensaba que el objetivo de la prueba era demostrar nuestras habilidades.- entrecerró los ojos en un intento de contenerse.

- ¿Y qué mayor habilidad que la de sorprender al drow que está en boca de todos? Al animal que lleva una espada de orco. Al bastardo de los ojos negros.

Nunca en su vida lo habían insultado. Había tenido una infancia privilegiada; incluso sus hermanas o madre lo trataban con respeto a pesar de ser un varón. Había soportado las afrentas del drow esclavista porque no le quedaba otro remedio. Pero esta escoria no tenía derecho a ofenderlo. Con un movimiento fugaz desenvainó la espada y giró en redondo situándola en horizontal para alejar a los guerreros. Todos fueron capaces de ponerse a salvo ya que había tenido que desenfundar su espada antes de realizar el movimiento. El mago parecía divertido; Blaorith juró que le arrancaría esa sonrisa de su cara. El látigo lo golpeó en la espalda. Sin embargo decidió no encararse con él ya que el látigo no lo mataría de un golpe, y las espadas de los tres drows que tenía enfrente y a los lados respectivamente sí, así que enarboló su espada en una postura defensiva. Se dio cuenta de que era una gran desventaja luchar contra oponentes insonorizados cuando estaba rodeado; se apuntaría esa treta para el futuro.
Gracias a la luz de las brasas observó un destello en su espada; rapidamente movió la mano izquierda a la espalda mientras sujetaba la espada con la otra. El látigo se enrolló alrededor de su brazo. El mago gesticuló burlonamente de nuevo hacia él: "Estúpido, ahora estás atrapado". El drow que tenía a su izquierda trató de aprovechar su flanco descubierto y arremetió con sus armas; Blaorith sonrió y dio un fuerte tirón con su brazo izquierdo; antes de que el drow lo alcanzase su compañero impulsado por el látigo se estrelló con fuerza contra él, cayendo ambos a los pies de Blaorith, uno sobre otro. Rapidamente clavó con fuerza su espada atravesándolos a los dos, y al momento la arrancó de tal forma que el borde aserrado que la misma tenía en su filo interno hizo su trabajo. Ambos drows perecieron al instante mientras sus compañeros observaban aterrados la fugaz y macabra escena; Blaorith con la espada en alto y una mueca en la cara que se podría calificar tanto de terror como de placer, mientras a su izquierda el surtidor en que se habían convertido los cuerpos inertes de los drows iba perdiendo intensidad. El mago fue el que primero recobró la compostura; rapidamente formuló un hechizo. Una bola de fuego se estrelló en el pecho de Blaorith, mientras por su cabeza pasaba el pensamiento de que el mago acababa de matar también a sus compañeros.

Aliviado al ver cómo las llamas rodeaban la escena el mago se tranquilizó. Era un buen hechicero, y su bola de fuego era lo suficientemente potente como para acabar con tres miserables drows. Recordó al público, y se dio la vuelta para dirigirse hacia donde sentía que estaban las esferas invisibles que transmitían todo lo que ocurría. Con una sonrisa de triunfo gesticuló hacia las mismas.

- Sus cazas son mías. Ahora llevo cinco drows y ocho orcos, más lo que haya matado ese bruto.

Sintió un dolor indescriptible encima de su cadera, a la derecha de la columna vertebral. Bajó la mirada llena de angustia y observó el enorme espadón incandescente que asomaba por su barriga. Una fugaz duda se vio disipada para dar paso a otra cuando vio que el cadáver de uno de sus compañeros era arrojado varios metros más adelante. "Así que por eso no lo he oído. No sabía que se me daban tan bien los hechizos de silencio. ¿Cómo habrá sobrevivido al fuego?". La realidad se abrió paso a través del dolor y comenzó a hablar.

- Por favor, ... , ten piedad, ... , me rindo, ya me has vencido.

Una boca se acercó a su oreja y le susurró "Me planteé que podía tener piedad. He decidido que no la tendré. Pero no te preocupes; la intención es lo que cuenta."

El dolor se volvió insoportable cuando la espada giró sobre su mango destrozándole por dentro, y lo último que escuchó el mago fue el sonido de su propia columna al quebrarse.



Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy :D:D. Me gustaría que me dijeseis si me estoy dejando llevar demasiado por el sadismo, porque me da la impresión de que a veces soy demasiado gráfico.

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 1: Recuerdos

Pues continúa la historia, a lo mejor cuelgo la continuación en poco tiempo.

Tras un trabajo bien realizado Blaorith se dispuso a limpiar sus armas en las ropas de los orcos; sabía que en la Antípoda Oscura el más mínimo olor podía delatar su posición. Mientras lo hacía meditaba acerca de lo fácil que había sido la primera prueba que había encontrado; una parte de él se alegraba de que así hubiese sido, sin embargo al mismo tiempo estaba deseando encontrarse con un verdadero desafío.

Una voz en su cabeza lo increpó:

- No pierdas tanto tiempo. Lo has hecho bien, pero si pierdes tanto tiempo limpiando tus armas tras cada enfrentamiento perderás valor. Y no me gusta vender mi mercancía a la baja.

Quien le hablaba era Graktaf, el drow que lo había encontrado hacía ya dos meses. Blaorith no recordaba cómo había sido su encuentro, pues en su memoria había una inmensa laguna. Su último recuerdo antes de conocer al elfo oscuro esclavista era de hacía mucho tiempo, no sabía exactamente cuanto. Tendría tan solo ocho años, aunque ya conocía cómo funcionaba la sociedad drow a la perfección y estaba enterado de muchos de los secretos de su familia; por ejemplo, cuando Blaorith había nacido su madre había hecho un sacrificio con su hermano mayor. No sentía ninguna pena o remordimiento por ello, puesto que ni siquiera le había dado tiempo a conocerlo. Y aunque lo hubiese conocido tampoco le habría importado, si había aprendido algo en su hasta el momento corta vida era que en su raza no había cabida para ningún sentimiento afectivo.
Ese día había decidido acercarse a la biblioteca central de su ciudad natal. A pesar de ser sólo un crío se le permitía el acceso casi ilimitado a la misma, al contrario que a muchos de su edad; de esta forma Blaorith podía instruirse en las costumbres de otras razas, lo que según su madre supondría una ventaja cuando fuese mayor sobre el resto de su generación. "Conocerás mejor a tus enemigos, no te guiará ese odio enfermizo de nuestra raza hacia todas las demás, y así no te cegará la rabia a la hora de enfrentarte a ellos". Eso decía su madre; a él no le importaba, mientras otros niños pasaban horas aprendiendo de memoria la historia drow él aprendía lo que quería y cuando quería.
Por el camino veía el respeto, o más bien el miedo en los ojos de la gente con que se cruzaba. Por el emblema de su capa sabían que pertenecía a la casa Sizmad'un, la segunda más poderosa; y por la poblada escolta que llevaba - nada menos que veinte guerreros de élite y un mago - sabían que era alguien importante, el varón primogénito de su casa quizás.
Llegados a su destino había decidido que ese día leería sobre seres sobrenaturales; quizás algún tratado sobre muertos vivientes estaría bien.
Nunca llegó a entrar en la biblioteca; una fuerte sacudida provocó que cayera al suelo y perdiese el conocimiento.

Su siguiente recuerdo fue abrir los ojos y sentir que le dolía todo el cuerpo; de alguna forma sabía que habían pasado varios años, que ya no era un niño. Se encontraba en una especie de carro; el drow que luego conocería como Graktaf lo estaba observando con el ceño fruncido. No tenía ningún rasgo físico destacable, pero llevaba una túnica conocida en su ciudad, la del gremio de esclavistas. Parecía mayor, aunque su cara no tenía ningún surco debido a la edad sí tenía varias cicatrices; y mientras que en la infraoscuridad los ojos de los drows brillaban en color rojo él sólo tenía uno.

- Por fin te has despertado. - no mostró ningún respeto hacia él y eso le extrañó.
- Dime quién eres.
La contestación fue precedida de un golpe en su dolorida cabeza.
- Háblame con respeto, me perteneces.
Blaorith decidió controlar su ira y seguir escuchándolo; en su estado físico no creía poder hacerle frente. Comenzó a hablarle mientras paseaba por la habitación, lanzando miradas furibundas al maltrecho drow
- Cuando me dijeron que había perdido a tres hombres en una simple misión de exploración me enfurecí. Estaban despedazados literalmente. Decidí hacer un barrido en la zona con el resto de mis subordinados y cual sería mi sorpresa cuando te encontramos; otros cuatro habían muerto, y si no llega a ser por los dardos que ya te habían clavado no sé qué sería ahora mismo de nosotros. He perdido a siete de los míos, pero a cambio podré venderte este año por un buen precio en la competición de Doorotia. Me parece justo.-sonrió
- No sabes quien soy.
- No, tienes razón. Habrá tiempo para hablar, por ejemplo para que me cuentes qué antídoto usaste para conseguir que los dardos envenenados te aturdieean en lugar de matarte al instante. Pero como dije habrá tiempo, aún falta un mes para llegar a mi ciudad, y por si no lo habías notado tienes una nueva alhaja - sonrió una vez más, señalando su cuello.
Blaorith se llevó la mano al mismo, y descubrió que llevaba un collar de posesión. A través del tacto sintió que tenía un encantamiento de ligazón, así que sería difícil escapar del esclavista. Sabía que no era imposible imponerse a dichos artefactos, pero en aquel momento no tenía sitio adonde ir, y además por lo que había dicho el drow se dirigían a su ciudad natal; allí daría su merecido aquel pretencioso.

Conforme avanzaba el viaje Graktaf le había contado lo que había pasado durante todos los años que había estado ausente a cambio de información sobre Blaorith y sus habilidades. La familia del recién llegado ya no existía; al parecer su madre había muerto poco después de su desaparición, y no había sido una muerte natural: sus vísceras se habían encontrado en una parte de su dormitorio y su pellejo en el lado opuesto. Tras esto todas sus hermanas habían querido el poder, así que lo que antaño había sido una poderosa familia se había transformado en cuatro casas de segunda categoría que se encontraban continuamente enfrentadas. Sabedor de esto a Blaorith no le quedó otro remedio que aceptar ser mercancía de Graktaf, ya que no tenía un sitio adonde ir; sólo deseaba ser adoptado por una poderosa familia para poder darle su merecido a ese drow que había tenido la osadía de abofetearlo.

La voz resonó de nuevo en su cabeza para sacarlo de su trance.
- Blaorith, te lo advierto, he hablado muy bien de ti, como quede mal delante de los espectadores del evento lo vas a sufrir en tu propio cuerpo. ¡ Encuentra otra presa ya!

Guardó sus armas y caminó volviendo a los intricados pasillos de la Infraoscuridad, buscando un nuevo rastro.


La Ley del Deuterio. Capítulo 5. Todo en familia

Bueno, he aquí el primer capítulo nuevo del blog, ya no copiado de nuestros blogs personales. A ver qué os parece :).

Dapal tardó unos instantes en conseguir cerrar la boca. El supuesto "paquete" que tenían que robar, era una bella joven, tez morena, pelo oscuro como el ébano, y ojos más oscuros aún, como 2 agujeros negros que absorbían todas las miradas que pudiesen posarse sobre ellos. Extrañamente, le resultaba familiar. Y no era el tipo de chica que frecuentase las mismas tabernas que él.
Mart se acercó a la parte trasera de la furgoneta, y la chica se lanzó a su cuello, abrazándolo, mientras empezaba a sollozar de alegría.
- Oh, papá, ¡has venido!

Dapal comenzó a rascarse la cabeza, intentando encuadrar sus confusos pensamientos. ¿Mart le había contratado para secuestrar a su propia hija? Y no es que el viejo quisiese obligar a la chica a acudir a una reunión familiar aunque no fuese navidad, la joven parecía estar esperándolo. ¿Y para qué habían tenido que matar a 8 hombres? ¿Para un reencuentro padre-hija? ¿Quién era el conductor? ¿El abuelo? ¿El tío? ¿Tal vez el marido? Era bastante mayor que la chica, pero cosas peores había visto. ¡Ay!, si tan sólo dejasen de tratarle como un imbécil y le explicasen un poco las cosas...
- Bueno, chicos, esta linda joven es mi hija, Yude, y éste gran hombre es su guardaspaldas personal, además de un viejo camarada, el sargento Zark. El chico es Dapal Molug y esta preciosidad es Cinty. Hay otro chico, lo conoceréis en la nave.
El viejo parecía feliz con el mundo, hasta había mencionado a Wilson sin aparente rencor. La joven apenas les dedicó una leve inclinación de cabeza, mientras el militar se cuadraba como un armario.
- Los amigos del general son siempre bienvenidos. Es un placer.

¿General? Como prosperaba la gente, un día borracho tirado en cualquier cantina, y al día siguiente general de un ejército. Dapal rió para sus adentros. Si ellos supieran a qué se dedicaban Wilson y él hace un tiempo, seguro que también se sorprendían.
- Bueno, "general", tal vez considere oportuno explicar a sus "amigos" un poco en qué consiste todo esto.
El viejo seguía sonriendo, indiferente a su sarcasmo, mirando a su hija como a un tesoro recuperado. Sí, tal vez en la cabeza del viejo todo fuese navidad, Dapal una especie de rey mago trayéndole algún presente y Cinty una virgen María de generoso pecho.
- No os interesa. Habéis sido contratados para un servicio, y se os pagará por él. Es todo lo que chusma como vosotros necesita saber.
Dapal se giró impertérrito hacia la voz que le acababa de responder. Después de una par de cantinas, y algunos ojos morados, había aprendido a no responder como el viejo Mart a las provocaciones. Yude, la hija del viejo, le estaba dedicando una mirada impregnada de un claro sentimiento de superioridad, sazonado con ciertas pizcas de repulsión.
La miró de arriba abajo, no con lujuria, sino con curiosidad. Sí, decididamente la conocía de algo. Espera, ¿ese ligero temblor en su mandíbula podría indicar miedo al "despiadado mercenario"? Dapal sonrió y se obligó a mirarla a los ojos evitando pensar en el tiempo que hacía que no yacía con una mujer.

- Ahora mismo tu vida vale para mí y mi socio 5000 créditos. No es tanto dinero. No tientes a tu suerte.
Dapal comprobó, siempre sin dejar de sonreir, como el temblor de la joven se intensificaba. Súbitamente recordó dónde la había visto antes. Algún pez gordo dentro de la junta gestora que gobernaba actualmente los planetas de la zona. Ministra de algo. En la nave lo consultaría. En los boletines de hologramas no parecía tan joven. Apenas sí tendría su edad.
- Hey, Dapal, relájate, sólo está un poco alterada, por la tensión del momento, no se lo tengas en cuenta. Yude, hija, estos chicos me han ayudado mucho para llevar a cabo toda la operación, deberías tratarlos con algo más de respeto. ¿Dónde están tus modales?
- Mis modales los reservo para la gente que se los merece.
- Hija única, ¿verdad?
- Eh... sí, Yude es mi única hija, ¿por?
- No, por nada...
Cinty soltó una risita. Parecía que la camarera también pensaba que la niña de papá era un poco repelente. Mientras, el guardaespaldas permanecía callado, con la mano en su empuñadura y la vista fija permanentemente en Dapal. Daba igual, no pretendía disparar a la chica, aunque se lo mereciese. Podía aguantar mucho más que eso por 5000 créditos, pero era tan divertido intimidar a los burócratas... Lo que le había sorprendido había sido la reacción del viejo. Hasta parecía haberse puesto de su parte. Tal vez tomase algo más que cervezas, tanta felicidad no era normal... ¿No debería estar con resaca?

Dapal volvió a la realidad y examinó los alrededores. No parecía haber ningún tipo de peligro, pero tampoco parecía prudente quedarse allí mucho tiempo. Había 8 cadáveres a sus pies. Cualquiera que pasase por allí se haría algunas preguntas, y la única explicación creíble era "sí, yo los he matado".
- Creo que deberíamos esconder mínimamente los cadáveres y marcharnos en cuanto podamos. Si tenemos tiempo me gustaría transportar el deuterio de la nave de la princesita a la nuestra, pero como no soy suficientemente válido para saber un detalle tan crítico, lo dejo en vuestras manos. Si nos vamos ya, los cuerpos pueden quedarse donde están, no deberíamos necesitar volver, a no ser que su alteza tenga su ajuar ahí dentro.
Yude bufó. No parecía haberle gustado su nuevo apodo.
- Sí, mi equipaje se encuentra en esa nave, al igual que el de Zark - se volvió hacia su padre -. Asesino, matón, sucio, ladrón, maleducado, pordiosero, papá, has contratado una joya.
- ¡Ay! Pues si supieses el resto de mis virtudes.
Cinty se carcajeó mientras Dapal levantaba las manos a ambos lados de su cabeza, dando a entender algo muy grande. ¡Ay, las niñas bien!. Si el viejo Mart no se ponía excesivamente protector, Wilson disfrutaría riéndose de ella. Y además se la haría, vaya que sí. Las niñas bien eran su especialidad. El joven se dirigió sonriente hacia el cadáver más cercano mientras oía otro bufido a sus espaldas.

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Saturday, August 26, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 4. El paquete

Y ya por último, para acabar el traspaso de historias de mi blog a aquí, el capítulo 4, transcrito sin apenas cambios (soy un poco puntilloso, así que le retoqué un nada :P). No creo que tenga mañana el cap 5 (es q mañana es sábado...), pero si no estoy muy cansado, el domingo a la noche casi fijo q sí.

Cada uno se colocó en el sitio que Mart les había señalado. Dapal echó una ojeada, intentando permanecer oculto. La comitiva se acercaba. En total eran 8 soldados, cada uno en su aerodeslizador unipersonal, tal como Mart había previsto, sin contar con el guardián especial que conducía el transporte más grande, semejante a una furgoneta. Todo como debía ser. Mart aseguraba que, aunque no dispararía a los soldados para no poner en peligro el paquete, el conductor había sido convenientemente untado y estaba de su parte. Esperaba que fuera cierto.
Se habían repartido los otros 8 soldados entre los 4. Todavía no podía creer que Mart y Wilson estuvieran a favor de que la camarera participase. Una cosa era que tuviese una cara bonita y que en las pruebas de puntería hubiera disparado bastante bien, pero era otra muy distinta que lo fuese a repetir en medio de una batalla real. Por si acaso ya había acordado con Wilson como repartirse los soldados que le tocaban a ella por si fallaba. Teniendo en cuenta que en el plan original sólo figuraban los tres hombres, no debería suponer mucha diferencia, sólo esperaba que, con los nervios, no dañase el paquete, o incluso al guardián. Que te disparen puede ser un buen motivo para cambiar de bando.
Mart les repitió por enésima vez a través del comunicador que esperasen a que el objetivo hubiese llegado al punto exacto. El plan empezaba a parecer insultantemente realizable: la plaza del hangar que había reservado el enemigo parecía preparada para sufrir una emboscada. Relativamente nueva, prácticamente incomunicada con el resto de naves estacionadas en la luna, era la única utilizable como resultado de la última ampliación del hangar, detenida a medio construir debido a la falta de fondos. Entre las grúas abandonadas y las montañas de escombros tenían más que suficientes sitios donde ocultarse y obtener una posición ventajosa una vez empezasen los disparos. Eso sin contar con la inestimable ausencia de miradas indiscretas. Dapal supuso que el guardían untado tendría algo que ver, todo era demasiado favorable. Luego aún tenían que llegar hasta el Nagash, su viejo pero incombustible carguero, pero si completaban con éxito la primera fase, eso debería ser sencillo, siempre y cuando el paquete no llamase mucho la atención. No era la primera vez que viajaban con mercancías ilegales, y nunca habían tenido problemas.
Echó una última ojeada. Sus dos soldados eran, de los que iban en la vanguardia de la comitiva, los que protegían el flanco derecho. Parecían bastante confiados. Aunque Cinty fallase algún disparo, el factor sorpresa debería darles algunos disparos gratis antes de que estuviesen en condiciones de localizarles y responder con peligro. Intentó no pensar en que el gordito parecía todo un padrazo, y que el más alto tenía la misma cara que solía tener Wilson cuando había quedado con una chica, esa sonrisa bobalicona, mezcla de excitación y felicidad. Eran soldados. Si querían una vida feliz deberían haber escogido otra profesión. Y Dapal quería dormir sin remordimientos esa noche.
Mart hizo la señal. Los cuatro dispararon a un tiempo. Dapal eligió primero al gordito, el blanco más fácil. Un agujero de unos diez centímetros de diámetro apareció donde antes estaba su pulmón derecho. El más alto empezaba a desenfundar cuando recibió el segundo disparo, esta vez en el cuello, volatilizándolo. Perfecto, no había perdido demasiada puntería.
Buscó con la mirada a los soldados de Cinty, y le sorprendió ver que ya estaban muertos en el suelo aun antes de que la cabeza cercenada de su segundo soldado llegase al suelo. Todo había salido a pedir de boca. Ocho soldados abatidos, sin una sola baja. El efecto sorpresa ganaba otra vez, y punto para el viejo Mart. Tendría que reírse menos de él, había hecho de un cuatro contra ocho una pelea fácil.

- Venga chicos, todo listo, vamos a por el paquete. Wilson, nos vemos en la nave.
Parecía que Mart les empezaba a tomar un poco en serio. En las últimas 2 horas sólo había escuchado 3 "rubitos" y 8 "niñatos" contra 4 "Wilsons" y 5 "Dapals", "niñato" arriba, "niñato" abajo.
Dapal avanzó hacia el transporte, de donde salía el conductor con las manos en alto. Como estaba acordado, Wilson se dirigió correteando hacia la Nagash para ponerla a punto y poder salir zumbando si se presentaba algún problema por el camino y Dapal examinó los restos de los soldados. Los muertos no necesitaban dinero, y él sí. Wilson, como siempre, hacía gala de su puntería, un acierto en un ojo, otro a la altura de la nariz. El viejo Mart había necesitado tres tiros para acabar su parte, pero tampoco había tenido mayores problemas. Lo que no esperaba era lo de los otros dos cadáveres.

- He tenido algo de suerte, pero creo que no lo he hecho tan mal, ¿no?. A ver si la próxima vez no te opones a que participe.
Cinty le sonreía con picardía. Dapal se obligó a colocar una sonrisa forzada en sus labios, pero esos dos agujeros entre ceja y ceja de los dos soldados muertos no era algo que se pudiera considerar gracioso. Ya no sólo era que la imagen de dos cabezas perfectamente agujereadas no fuese un espectáculo cómico, sino que sumándole sendos agujeros atravesando sendos corazones el resultado era... inquietante.
- Supongo que ya no podré objetar nada. ¿Dónde has aprendido a disparar así?
- Bueno, ya sabes, una chica tiene que aprender a defenderse... He disparado dos veces a cada uno para asegurarme. No quería que perdierais vuestro tiempo cubriéndome.
Seguía sonriendo llena de orgullo, como una chiquilla que ha sacado una buena nota en el colegio.
- Bien... buen trabajo.
¿Defenderse?, eso era... un asesinato, digno del mejor profesional. Había realizado cuatros disparos en el tiempo que Dapal hacía dos, y no se consideraba mal tirador. ¿Esa era la chica indefensa que se suponía que habían rescatado esa misma tarde? Joder, la próxima vez ella tendría que cubrirle a él. Esta chica era tan buena como Wilson, o incluso mejor. Quién sabe, quizá después de todo hubiera reunido un equipo bastante competente.
- Anda, ¿y estos dos?
La voz de sorpresa de Cinty sacó a Dapal de su ensimismamiento. Mart sonreía y abrazaba al conductor con la camaradería de dos viejos compañeros de armas que se reencuentran tras mucho tiempo. ¿Qué diablos pasaba aquí? Se acercó a la parte trasera de la furgoneta, para inspeccionar el tan manido paquete. Abrió la portezuela, y lo que vio no pudo menos que sorprenderle, como tantas cosas ya a lo largó del día.
Ni armas, ni drogas, ni sustancias radioactivas ilegales, ni nada que se le pareciese. Esta vez ni Wilson ni él ganaban la apuesta.
- ¿Quién eres tú? ¿Vienes con Mart?
El paquete hablaba.

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La Ley del Deuterio. Capítulo 3. El polizón.

Bueno, aquí está el capítulo 3, después de sufrir algunas ligeras modificaciones. Fue un intento de meterme en la cabeza de otros personajes además de Dapal, pero me gusta como cabeza pensante, así que lo retoqué un poquito pa que quedase coherento con el resto de la historia.

Dapal miró a Mart con cara de pocos amigos.
- ¿Qué demonios significa esto? ¿Quién nos perseguía?
Mart parecía realmente sorprendido. Blanco como el papel, parecía intentar asimilar lo que acababa de ocurrir.
- Maldito viejo, ¿estás con nosotros? Hoooooola.
- No sé quién nos persigue. Y créeme, me gustaría saberlo.
- A ver, doy por supuesto que lo que estamos haciendo no es tan legal como andar en bicicleta, pero no crees que mantener informado a tu equipo sería...
- Escucha niñato, no me trates como a un vulgar ladronzuelo.- Una vez más, el viejo dirigió la mano a su arma, pero resistió el impulso de desenfundar. - No me gusta vuestra forma de hablar. Deberíais aprender un poco de educación y de respeto. Tengo matado a gente mucho más válida que tú por menos que eso.
- No puedo respetar a quien me miente descaradamente, cuando además perjudica claramente a sus intereses. Si sé que nos van a disparar puedo reaccionar mucho más rápido, pensar al ternativas, cosas así. Si simplemente paso por un sitio alegremente y me disparan, pues hombre, lo normal es que me maten, y no sé tú, pero yo es algo que intento evitar.
- Ya te he dicho que no sé quién nos acaba de disparar.
Dapal le ignoró. No parecía que fuese a sacar nada en claro por el momento.

Salieron de la atmósfera del planeta y no encontraron ni una sola nave preparada para atacarles. Dapal seguía revisando todos los sensores, escamado, incluso intentó el contacto visual, sin resultado. No había moros en la costa.
- Pues parece que al final no nos estaban esperando. ¿Entonces? Esto no tiene sentido... ¿A qué vino eso? Supongo que no nos queda más que seguir hacia la luna, según el plan previsto. Con un poco de suerte nos quedará algo de munición para cuando tengamos que escapar. Viejo, siéntate en tu sitio y agárrate bien, aún puede pasar cualquier...
- ¡Caramba, esto sí que es una sorpresa!
La voz permanentemente jovial de Wilson sorprendió a los dos hombres en la cabina. Se miraron intrigados y se dirigieron a la parte superior de la nave, donde estaba el puesto de artillería. Dapal iba delante, y cuando llegó a la puerta de daba al cubículo desde donde llegaba la voz de Wilson, se paró, se llevó la mano a la cabeza y exhaló un profundo suspiro.
- Lo que me faltaba...
Mart se situó detrás de Dapal, y observó por encima del hombro del joven. Allí estaba, radiante como siempre, pese a las lágrimas que caían por sus momentáneamente pálidas mejillas, la niña de sus ojos, Cinty, la camarera de la cantina en la que habían estado aquella tarde. Mierda, y abrazada a ese cabrón rubio...
- Cinty, ¿qué haces aquí?
- ¿Mart? ¿Eres tú Mart, qué haces aquí?, ¡oh, Mart! Se levantó y corrió hacia él, abrazándolo.
Dapal, seguía murmurando, absorto en alguna suerte de diálogo con la mano sobre la que reposaba su cabeza:
- Un inconsciente que sólo piensa en meterla, un borracho con tendencias psicópatas, y una rubia cuyas mayores habilidades parecen ser... ¿llorar y pechos prominentes?. ¿A dónde voy yo con esto...?
Con la chica abrazada a él, Mart le dedicó una mirada de triunfo a un Wilson que seguía sonriendo despreocupadamente.
- Cinty, pero qué te ha pasado, ¡estás llena de sangre! Este chaval no habrá...
- No, no, Mart, no ha sido él, oh, ha sido tan terrible...- rompió nuevamente a llorar.
- No te preocupes, querida, ahora estás a salvo. Estando yo aquí, nadie te hará daño. ¿Pero qué haces aquí?
- Es que... - entre un mar de lágrimas, con la respiración entrecortada, apenas era capaz de hablar- corrí, y le vi entrar aquí... pero no sabía... y me escondí... pero no quiero ser una molestia...
- Tú nunca eres una molestia, Cinty, pero cuéntamelo todo desde el principio...
- Sí, el principio - la chica estaba visiblemente afectada.- Fue cuando salí a tirar la basura... de la taberna. Un... un señor, salió detrás, y me siguió... y... y ... intentó... intentó... propasarse... y yo... yo saqué el cuchillo que me había regalado papá... y... y... le corté su... su... eso. Le corté su... pene.
Los tres hombres sintieron como un escalofrío recorría su espalda. Ese desgraciado ya no intentaría volver a violar a nadie. La chica seguía con su historia por duplicado:
- Después... después... eché a correr. Corrí mucho. Y no sé cómo llegué aquí... llegué y le vi - señaló al chico rubio- le vi entrar... en la nave, ese chico tan... tan... amable, tan amable antes en la taberna, y me dije, ese chico tan amable tiene que ser bueno... y protegerme... y eso... y le seguí, y entré en la nave... pero luego pensé, Cint, tú eres tonta, es un desconocido, y tú no eres más que una molestia para ese chico tan amable, y como no quería ser una molestia... y me escondí.
Poco a poco iba recobrando el color, de hecho parecía ruborizarse ligeramente cada vez que levantaba la vista hacia Wilson.
- La descubrí porque la escuché llorar. Estaba escondida en una caja vacía de munición. Un gran sitio para guardar cosas que no queramos que encuentre nadie, por cierto.
- ¿Tú tienes algo que ver con que nos hayan disparado?
Dapal parecía recuperar el control de la situación.
- Esto, yo, lo siento, no quiero ser una molestia, de verdad, espero que nadie haya resultado herido. El.. el señor, tenía varios amigos... sí, igual fue eso, tal vez... tal vez me siguieran, y me vieran meterme en la nave... yo... no quiero causar problemas, de verdad. Pero no quiero volver allí. Quiero marcharme de ese sucio planeta. Llevo tiempo hablándolo con mi padre, y creo que es un buen momento. Estarán esperándome, y acabarán lo que empezó su amigo... Por favor... No quiero volver... Por favor...
Dapal intentó no mirar la suplicante cara de la chica y se dirigió hacia Mart y Wilson.
- ¿Qué hacemos con ella?
- Se queda con nosotros, ¡por supuesto!
La respuesta de los otros dos llegó al unísono. Por una vez, estuvieron de acuerdo.
- Y encima el inconsciente y el borracho van a matarse por ver quién se tira a la rubia... Perfecto...
Dapal no pudo evitar fijarse en la cara de preocupación del viejo cada vez que la chica no miraba. Parecía que la explicación de los disparos tampoco le había dejado satisfecho.
Cada cosa a su tiempo, lo primero era llegar a la luna. Si esos dos no se mataban antes, claro.

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Thursday, August 24, 2006

La toma de K'urzhal: Parte 1

Rescatado directamente de mi blog:

Llevaban disparando tantas horas que apenas sentían las manos. El grito de “munición” era tan frecuente a su alrededor, que los artilleros simplemente tenían que recorrer la trinchera una y otra vez, dejando cartuchos al lado de cada unidad. Horas disparando, incontables horas, y todavía no habían sufrido ni una baja. Sin embargo, habían matado cientos, o incluso miles, de zerlings. Pero aquello no tenía fin.

Era muy importante que cada uno de los soldados de la trinchera cumpliera perfectamente su trabajo: con tal de que uno solo dejase de disparar, o incluso con que sólo bajara el ritmo, la Colmena lo sabría, y el enemigo abriría una brecha en sus líneas. Por ahora todo estaba funcionando: los marines seguían disparando, estimulados por la adrenalina que fluía por su organismo, que los mantenía disparando mientras dañaba cada vez más sus corazones, e incluso su cerebro. Los médicos, que recorrían tanto o más la trinchera que los artilleros, lo sabían, y trataban por todos los medios de mitigar ese daño que sabían irreparable. Pero nadie dudaba de la necesidad de ese sacrificio.

En otro lugar, la Supermente analizaba la información que le llegaba. Sus razonamientos no se asemejaban en nada a los pensamientos humanos: consistían mayoritariamente en imágenes, más o menos inconexas, que representaban la batalla, la trinchera, y la enorme cantidad de zerlings, sujetos a la voluntad de la Colmena, que estaban siendo enviados a desgastar a los Terran. El más capacitado de los humanos, si pudiera compartir el conocimiento de la Supermente Zerg, se volvería loco al instante, tal era la velocidad de la información que procesaba. Cada uno de los sentimientos individuales de cada zerling enviado a morir era analizado por la Supermente, en busca de la pista que permitiera abrir una brecha, e invadir K'urzhal. ¡Había tanques! La Supermente se dio cuenta de eso de un modo instintivo, casi inmediato, en el momento que percibió la muerte simultánea de varias de sus crías. En ese momento, dirigió su voluntad hacia unos seres que esperaban sus órdenes. Y varios centenares de guardianes y lurkers comenzaron a tomar posiciones tras los zerlings.

La trinchera estaba cada vez más agotada, y recibió la llegada de los tanques como una bendición del cielo: por primera vez en varias horas los marines empezaron a disminuir el ritmo de sus ráfagas, lo que permitió también a médicos y artilleros descansar mínimamente: los zerlings seguían llegando, y habían contestado a la aparición de los tanques con un incremento en su ya endiablada velocidad. Pero la situación estaba mejor que antes, por más que distaba mucho de ser favorable.

La noche caía, y los tanques se guiaban ahora por enormes focos dirigidos al campo de batalla. De nuevo los marines tuvieron que esforzarse al máximo: aun con los focos, la visibilidad era mala, y no podían permitirse ningún susto. Entonces, empezó a pasar....

El suelo se abrió, y varios de los marines y un tanque fueron atravesados por alguna clase de aguijón o espina. Era zerg, pero ninguno de los presentes sabía qué era. Un tanque disparó al punto donde aquella cosa había aniquilado a los marines, pero lejos de conseguir nada, hirió gravemente a los soldados llegados a cubrir a su compañero caído, obligando a los médicos a emplearse al límite. Y para acabar de complicar la situación, uno a uno, los focos fueron destruidos. Al mismo tiempo que la oscuridad cubría la trinchera – exceptuando las débiles linternas acopladas a los fusiles de asalto –, la enorme masa zerling pareció desaparecer. Todo quedó en silencio, salvando el débil murmullo de los marines. Si el miedo fuese un olor, en aquel momento aquello apestaría.

Toda la Colmena recibió el mismo estímulo, y cada miembro liberó sustancias químicas que le hizo alcanzar un estado próximo a la euforia. La Supermente estaba haciendo su particular regalo a las crías que ahora desempeñarían un importante papel. A continuación transmitió varias imágenes a toda la Colmena: en la primera secuencia, se veía un hidralisco en una especie de jaula, sobre el que se abría fuego sin piedad, reduciéndolo a una masa viscosa y humeante. Percibió una sensación de odio de cada una de sus crías, y les transmitió la siguiente secuencia de imágenes. Eran marines heridos, mutilados, descuartizados, con expresiones de intenso dolor y terror. La Colmena quería sangre, y la Supermente había sabido crear el estado de ánimo necesario para el asalto final. A su deseo, el episodio aislado en el que el lurker – puesto que había sido un lurker – había matado a varios marines y destruido un tanque, se reproduciría a lo largo de la trinchera, convirtiéndose en la agonía de la última línea de defensa de K'urzhal. Desconectando su mente de la Colmena lo suficiente como para no transmitir sus sensaciones, pero sin por ello desligar a sus crías de su voluntad, una imagen, y una sensación próxima al miedo pasó por la Supermente: el aire, donde todavía era vulnerable la Colmena.

La Ley del Deuterio. Capítulo 2. Complicaciones

Pues nada, sin más cháchara, el capítulo 2 de Dapal y Wilson. Mañana pongo el 3 y 4, y a ver si pasado mañana tengo escrito el 5 :)

Pese a las quejas de Wilson se fueron rápidamente de la taberna. Lo harían esa noche, no había tiempo para camareras.
- No estoy motivado para el trabajo. Nos van a liquidar, ¿no podíais al menos permitirme una última alegría?. La tenía en el bote...
- ¿A la hija del tabernero? No sueñes con ello, rubito. Esa chica es mía.
- ¿Qué nos apostamos? ¿10 créditos? ¿Tal vez 20?, ya que estás tan seguro...
- No quiero robarte, chaval.
- ¿50 créditos? Venga, considéralo un regalo de mi parte. Me has caído bien.
Dapal se exasperó.
- Wil, déjale en paz, no es el momento.
- Dap... creo que necesitas una mujer. Urgentemente. La sangre está abandonando tu cuerpo. Marty, tú seguro que aún tienes lo que hay que tener...
- Firmo esos 50 créditos. Me vendrán bien para pagar mi cuenta en la taberna.
Dapal suspiró. Tendrían que llegar al hangar rápido, antes de que Wilson le robara al viejo hasta los calzones. No es que le importara, pero al viejo tendría que quedarle lo suficiente para pagarles a los dos, no sólo a Wilson. A Wilson no le solía durar el dinero lo suficiente como para comprar deuterio.
- Wil, adelántate y vete revisando la nave, tenemos que salir pronto. Yo discutiré con Mart nuestros emolumentos.
- Ok, Dap, no tardéis mucho. Pero creo que deberías dejarme negociar a mí. La falta de sexo te está reblandeciendo.
- Pero tú revisas la nave mucho más rápido, venga, apúrate.
Wilson se marchó correteando. Ese Dapal, siempre igual, cuando se lo empezaba a pasar bien...
Dapal se giró hacia Mart.
- Mira, Mart, sé que no tienes dinero ni para pagar cervezas, así que lo me intriga ahora es saber cómo piensas pagarnos.
- A la entrega del paquete se nos pagará. Con ese dinero cobraréis vuestra parte, hasta el último crédito.
- Un paquete que supongo que no me dirás qué contiene.
- No necesitas saberlo. Ese es el trato, y lo habéis aceptado. Te he contado el plan, ahora no puedes abandonar.
El viejo se paró y desenfundó de nuevo, apuntando al joven con la pistola. Aún estaba algo ebrio.
- Un día te vas a hacer daño con eso. Aquí nadie abandona nada.
Dapal siguió andando. No le gustaba, pero tendría que arriesgarse. Nadie más les quería contratar. La economía iba tan mal que hasta los trabajos suicidas estaban copados. Había escuchado la palabra niñato 17 veces esa semana, y eso que era él y no Wilson, que tenía aún más cara de niño, quién hacía las negociaciones. Se estaba ganando una reputación como piloto, pero nadie se creía que fuera él el "Dapal Molug" del que hablaba la gente. Maldita sea, necesitaban el dinero: con el combustible actual no llegarían ni a 10 sistemas de distancia, y necesitaba cruzar 2 galaxias. Eso sin contar con que apenas les quedaba munición. Si el trabajo no fructificaba, tendrían problemas. Bueno, no era la primera vez, saldrían adelante. Si sobrevivían, claro.
- ¿No puedo tampoco preguntar quién nos contrata?
- No puedo arriesgarme a que pases por encima de mí y cobres también mi parte.
- ¿Y quién me garantiza a mí que no nos abandonarás una vez que hayamos completado el trabajo?
- Tienes mi palabra, pero como supongo que no te llegará, te diré que nos pagarán al entregar el paquete, y necesitamos vuestra nave para transportarlo. Además, sois dos a vigilarme, si os sorprendo os merecéis quedaros sin el dinero.
¿Su palabra? Pues no, no era suficiente. Odiaba ese tipo de trabajos. Borrachos desesperados sin una triste moneda con planes inviables. Al menos éste no parecía tonto. Su plan era burdo, pero estaba bastante estudiado para el tiempo que el viejo aseguraba haber tenido. Quién sabe, tal vez funcionase.
- Ya hemos llegado. Con un poco de suerte Wilson tendrá la nave lista para partir. Recorrieron el enorme hangar hasta llegar a la plaza donde esperaba su nave. Wilson les saludó desde la cabina.
- Todo listo. Tanques llenos, armas cargadas, escudos activados y motores encendidos. Cuando queráis, nos largamos de aquí.
Dapal recorrió con la mirada su querida nave. Era pequeña, incluso para ser un carguero de los llamados pequeños, pero a cambio era suficientemente rápida para el tipo de trabajo que solían hacer, mucho más rápida que los bombarderos, destructores y demás naves pesadas que solían patrullar los perímetros planetarios, y Wilson se encargaba de que estuviese siempre perfecta.
Subió por la escalerilla que daba a la cabina, y se acomodó en su asiento. Cuando Mart seguía sus pasos, una luz azulada centelleó a la altura de su cabeza.
- ¿Pero qué...? ¿Qué ha activado el escudo?
Dos nuevos destellos aparecieron en torno al viejo. Dapal se abalanzó hacia él, lo agarró por la camisa y lo arrastró dentro de la cabina. ¿Quién les estaba disparando? Más importante ¿Por qué les estaban disparando? El que les disparasen era parte común de las chapuzillas que solían que hacer, pero la gente tendía a esperar a que les robasen para sacar las armas.
- Wilson, nos vamos YA. Ocúpate de la artillería. Y por favor, esta vez procura no gastar mucha munición.
- Hey, gasto la munición justa y necesaria para mantener tu culo intacto.
Buf, ya estaban bajo mínimos, y se iban a quedar prácticamente a cero antes de empezar el trabajo. Intentaría evitar un enfrentamiento.
Cerró la trampilla de acceso y sacó la nave del hangar todo lo rápido que pudo. Afortunadamente, las armas con las que los atacaban desde tierra no podían traspasar los escudos. Otra cosa sería cuando saliesen a la órbita del planeta, y si les habían atacado sin preguntar siquiera era porque les estaban persiguiendo sabiendo quiénes eran y qué se proponían, así que tendrían un bonito comité de bienvenida a la salida del hangar. Se giró hacia el pálido y aturdido Mart.
- Oye viejo, ¿no crees que nos debes un par de explicaciones?

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La leyenda de Blaorith. Capítulo 1: una sombra en la oscuridad

Recomiendo leer en cuanto se pueda el primer capítulo de "El elfo oscuro", de R. A. Salvatore, donde se explica a la perfección lo que son los drows.

La mujer orco caminaba pensativa junto a sus dos compañeros. Habían sido esclavos de los drow desde hacía mucho tiempo, y sólo dos días antes habían sido liberados sin motivo aparente. Les habían ofrecido provisiones, además a cada uno le habían dado su arma preferida: un hacha enorme para Rutobrik, dos ligeras hachas de mano para Kroto y un bastón de madera para ella.

Aún así seguía sintiéndose prisionera, como si decenas de
ojos la estuviesen observando a través la roca de la Antípoda Oscura. Intentó recordar todo aquello que pudiera serle útil sobre el mundo subterráneo, donde el sol no era capaz de llegar. Realmente a su cabeza sólo vinieron historias sobre elfos oscuros para asustar a los niños, así que desistió en su empeño.

Continuó caminando con sus dos compañeros mientras agradecía con una plegaria a Gruumsh que los drows les hubiesen dado antorchas; aunque los orcos tenían la capacidad de ver en zonas oscuras, no eran capaces de discernir nada en ambientes totalmente exentos de luz. Y siempre se agradecía una antorcha que acercar a los numerosos recovecos que se escondían entre las estalagmitas y cuevas de la Infraoscur
idad.

Finalmente tras varias horas de ascender siempre que podían por el camino para alcanzar la superficie decidieron que era el momento de descansar. Llegaron a una estancia amplia, en la que podían extenderse cuanto quisieran. Hicieron una hoguera para ahuyentar a posibles amenazas y se sentaron a descansar sus maltrechos cuerpos. Drala, la orco, observó preocupada la comida que les quedaba. Duraría como mucho dos días más. Empezó a hacer planes para librarse de sus compañeros...

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Se movía veloz, tan rápido como un galgo. Y sin embargo no hacía el más ínfimo ruido; era practicamente indetectable para cualquier ser de este mundo, a no ser que se usaran medios mágicos.

Blaorith sabía de hecho que se estaban usando, y que ahora mismo estaba siendo observado por algunas de las matronas más poderosas de las ciudades más importantes. Se celebraba una exhibición de talentos en Doorotia, su ciudad natal, para que aquellos elfos oscuros sin casa tuvieran la oportunidad de subir un escalafón en la compleja sociedad drow e incorporarse a alguna familia. Sólo los más aventajados podían
participar en dicha exhibición, ya que las matronas la observaban con la intención de encontrar verdaderos mercenarios de élite.

Era el primer año que participaba en el evento; a pesar de que se habían presentado poderosos magos y guerreros de renombre sabía que varias casas se habían fijado ya en él: tenía la complexión normal de un drow, no destacaba por su altura y tenía el cuerpo delgado y bien entrenado. Llevaba el pelo largo, algo normal entre los de su raza, pero sus ojos negros, incluso cuando usaba la infravisión, eran motivo de curiosidad. Sin embargo lo que más extrañaba a los que lo veían era la espada que llevaba: no se parecía en absoluto a las armas drows, ligeras y manejables; era una enorme espada curvada cuya hoja debía de medir casi un metro, y cuyo borde interior tenía el filo aserrado. Esto le h
abía costado el primer día de encierro con sus compañeros de competición numerosas burlas. Las cosas se calmaron los siguientes días cuando algunos de los implicados aparecieron muertos a la mañana sobre charcos de su propia sangre.

Y hoy por fin, tras cuatro días de incomunicación, les habían dado a cada uno un amuleto de seguimiento y los habían dejado salir con la única orden de encontrar presas y cazarlas. Inmediatamente había encontrado un rastro y lo había seguido rapidamente. Finalmente llegó a una estancia donde tres orcos se mantenían alrededor de un fuego. "¿Cazar orcos estúpidos? En fin...". Se camufló en las sombras y se acercó a estudiar la situación; enseguida los catalogó como una presa fácil.

Usando el poder innato de los drows creó una esfera
de oscuridad en la cueva. Al momento los orcos se levantaron y comenzaron a vociferar para localizarse y reunirse ante un posible atacante. Al parecer no sabían de qué trataba la lucha a oscuras... "Estúpidos orcos.". Blaorith se introdujo sigilosamente en la oscuridad. Instantes después se escuchó el sonido metálico de un arma al caer contra el suelo, seguido del ruido de un borbotón de sangre. Drala, aterrorizada, corrió hasta chocar contra una pared; mientras tanto Kroto blandía sus armas presa del pánico.

Drala sólo era capaz de escuchar a su compañero mover freneticamente sus armas. Después escuchó algo parecido a dos silbidos, seguido del ruido de de las hachas de su compañero al tocar el suelo y los alaridos de dolor del mismo. Finalmente el sonido de una columna vertebral al quebrarse.


Blaorith decidió que ya era hora de acabar la función; con un pensamiento dispersó la nube de oscuridad. La cara de terror de la hembra fue la mejor de las recompensas:
en el suelo uno de los orcos tenía el cuello rebanado, y allí estaba él en el medio de la masacre, con su enorme espadón todavía atravesando al otro orco por el abdomen y sobresaliendo por la espalda. Con un movimiento de muñeca desenganchó su arma del exánime cuerpo y sonrió socarrón hacia la mujer orco.

Escuchó a la hembra susurrar unas palabras, y tras asimilarlas se dio cuenta de que era un clérigo y estaba entonando algún tipo de hechizo. Rapidamente se agachó y arrancó la cabeza de un orco con la mano, con un simple tirón, y la
lanzó contra la cara de la sacerdotisa. El cantico de la misma se volvió ininteligible cuando el golpe rompió su mandíbula.

Lentamente el drow se acercó a ella; estaba retrocediendo y tratando de pedir piedad de alguna forma cuando trastabilló y cayó de espaldas; Blaorith se sintió asqueado por lo miserable de la escena, y decidió que era hora de terminar la tarea. Con su mano derecha levantó la espada sobre su cabeza para dar el golpe definitivo. Un fugaz pensamiento paró su mano: se imaginó a los espectadores asombrados por la facilidad con que manejaba un arma tan pesada, impensable para ser enarbolada por un elfo. Y recordó entonces el motivo por el que estaba allí; "Tendré que promocionarme".

Colgó su espada a la espalda mientras por la mente de la aterrorizada Drala se abría paso un pequeño atisbo de esperanza; este fue nublado cuando Blaorith sacó una daga con forma de serpiente y se agachó junto a ella para mostrar a sus espectadores alguno más de sus talentos...




Pues hasta aquí el preludio de mi historia, espero que haya gustado el prota :D:D.

Wednesday, August 23, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 1. El trabajo

Pues nada, empiezo yo, rescatando el capítulo 1 de las andanzas de Dapal y Wilson, que iba a rebautizar como "La Guerra de las Galaxias" hasta que me di cuenta de que ya estaba cogido :P.
Pues nada, ahí va, el 1er capítulo de "La Ley del Deuterio":

La cantina estaba a rebosar, como todas las noches. Vagabundos, mercenarios, contrabandistas, hampones de poca monta, lo mejor de cada casa ahogaba sus penas en alcohol. El dinero escaseaba, pero la depresión global que sacudía la galaxia y la necesidad de compañía, con la que charlar o simplemente intercambiar algunos puños, lo compensaba sobradamente.
- Jefe, ponme otra cerveza.
- Mart, sabes perfectamente que no me vas a pagar las 5 que llevas ya.
- Jefe, sabes que te respeto, pero eso no me lo dices ahí fuera. Pónmelas en la cuenta, anda.
- Mart...
- Jefe...
El tabernero sacudió la cabeza. Apreciaba a varios de sus clientes, y sabía que todos tenían malas rachas... pero con algo tenía que pagar las mesas que rompían todas las noches. Cuando se le pasase la borrachera le obligaría a laver algunos cacharros.
La camarera le sirvió la cerveza al viejo Mart, rozando como sin querer al chico rubio que ocupaba la mesa de al lado. Era una pena que jóvenes como él no fueran la clientela habitual. Al fin y al cabo, ella también necesitaba compañía.Y era taaan guapo.
Otro joven entró por la puerta. Todos los ojos estaban fijos en las caderas de la camarera, así que nadie se fijó en él. Sus ojos recorrieron el local y, sin prisa, se dejó caer en la barra.
- Jefe, ponme algo fuerte.
- Hay muchos forasteros hoy. ¿Tienes con qué pagarlo?
Por respuesta dejó caer algunas monedas al alcance del tabernero. Éste parpadeó. Parecía que hasta podría pagar los destrozos de esa noche. Cuando acercó la mano para cogerlas, el recién llegado se la atenazó.
- Busco a un hombre. Creo que con eso bastará. Su nombre es Mart.
El tabernero miró nuevamente las monedas. Un trago, varias sillas destrozadas, algunas mesas, las cervezas de Mart y un poco de información. Sí, sería suficiente.
- El viejo de aquella mesa, el que mira más lascivamente a mi hija.
El joven soltó la mano del tabernero.
- ¿Qué hay de ese trago?
Apuró de un trago la bebida, y se sentó frente a su objetivo.
- ¿Eres Mart?
- ¿Y tú quién demonios eres, niñato?
- Mi nombre es Dapal. Me han comentado que tienes un trabajo que ofrecerme.
- ¿Dapal? ¿Dapal Molug? ¿Un cretino como tú? Me habían dicho que era un buen piloto. Nadie me había hablado de un crío. No me interesas.
- Sabes que soy el único dispuesto a hacer ese trabajo.
- No me sirve un crío incompetente. Yo mismo podría hacerlo mejor que tú.
- Si te atrevieses a hacerlo no buscarías a alguien que lo hiciese por ti.
El viejo se encolerizó. Pese a sus 6 cervezas, desenfundó rápido, apuntando a la cabeza de Dapal.
- ¿Buscas un trabajo o que te acribille la cabeza?
Miró al insolente joven que, sin inmutarse, seguía tranquilamente sentado frente a él, cuando una voz jovial a sus espaldas le sobresaltó.
- ¿A quién vas a acribillar? Marty, sé un buen chico.
El joven rubio de la mesa de al lado sonreía burlonamente mientras apoyaba el cañón de su pistola sobre la sien del viejo.
- Wilson, deja que nuestro amigo Mart se calme y únete a nuestra agradable charla. Justamente ahora estaba a punto de comentarnos en qué consiste el trabajo, ¿no es así, Mart? No montemos una escena. Eso no es bueno para nadie.
El viejo se sentó de mala gana y guardó el arma. El rubio le imitó, sin borrar en ningún momento esa mueca burlona de su cara. Tal vez no fueran más que unos simples niñatos, pero una cosa era cierta: nadie más quería hacerlo. Y más sabiendo contra qué se enfrentaban. No tenía más opción, si quería alguna oportunidad de salvar el pellejo tenía que hacer ese trabajo, y el solo no sería capaz. ¿Cómo demonios se había metido en ese lío? Una silla voló dos mesas más allá. Afortunadamente, en esa taberna era imposible llamar la atención. Podría contarles el plan, nadie escucha a unos desconocidos mientras pelea.
- ¿Tenéis una nave?

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Comienza la aventura

Este blog lo creamos unos amigos para contar historias, a modo de libros, cada uno la suya. En principio las teníamos en nuestros respectivos blogs, pero hemos decidido escribir todos juntos en éste para no llenar nuestros blogs personales de historias :D.

Os comento un poco cómo es el asunto:

Berte (nagash) está escribiendo una historia futurista, de contrabandistas espaciales, basada en el juego online 'OGame' (www.ogame.com.es); simón (bulfaiter) está escribiendo una historia basada en el juego de PC 'starcraft'; javi (reivajj) está escribiendo una historia basado en mundos fantásticos, tipo medieval; y yo estoy escribiendo una historia basada en mundos fantásticos orientada al mundo de los drows de Salvatore. Cualquier otro amigo nuestro que se quiera apuntar a escribir podrá hacerlo, así que a lo mejor aumenta el número de historias :).

Trataremos de ir colgando nuestras historias todo lo a menudo que podamos, y por favor, comentad todo lo que queráis que nos hace ilusión (al menos a mí :D ).

PD: cada cierto número de días publicaremos una respuesta que indique las historias activas y los capítulos escritos de las mismas.

Un saludo de todos, y disfrutad leyendo.