La Ley del Deuterio. Capítulo 3. El polizón.
Bueno, aquí está el capítulo 3, después de sufrir algunas ligeras modificaciones. Fue un intento de meterme en la cabeza de otros personajes además de Dapal, pero me gusta como cabeza pensante, así que lo retoqué un poquito pa que quedase coherento con el resto de la historia.
Dapal miró a Mart con cara de pocos amigos.
- ¿Qué demonios significa esto? ¿Quién nos perseguía?
Mart parecía realmente sorprendido. Blanco como el papel, parecía intentar asimilar lo que acababa de ocurrir.
- Maldito viejo, ¿estás con nosotros? Hoooooola.
- No sé quién nos persigue. Y créeme, me gustaría saberlo.
- A ver, doy por supuesto que lo que estamos haciendo no es tan legal como andar en bicicleta, pero no crees que mantener informado a tu equipo sería...
- Escucha niñato, no me trates como a un vulgar ladronzuelo.- Una vez más, el viejo dirigió la mano a su arma, pero resistió el impulso de desenfundar. - No me gusta vuestra forma de hablar. Deberíais aprender un poco de educación y de respeto. Tengo matado a gente mucho más válida que tú por menos que eso.
- No puedo respetar a quien me miente descaradamente, cuando además perjudica claramente a sus intereses. Si sé que nos van a disparar puedo reaccionar mucho más rápido, pensar al ternativas, cosas así. Si simplemente paso por un sitio alegremente y me disparan, pues hombre, lo normal es que me maten, y no sé tú, pero yo es algo que intento evitar.
- Ya te he dicho que no sé quién nos acaba de disparar.
Dapal le ignoró. No parecía que fuese a sacar nada en claro por el momento.
Salieron de la atmósfera del planeta y no encontraron ni una sola nave preparada para atacarles. Dapal seguía revisando todos los sensores, escamado, incluso intentó el contacto visual, sin resultado. No había moros en la costa.
- Pues parece que al final no nos estaban esperando. ¿Entonces? Esto no tiene sentido... ¿A qué vino eso? Supongo que no nos queda más que seguir hacia la luna, según el plan previsto. Con un poco de suerte nos quedará algo de munición para cuando tengamos que escapar. Viejo, siéntate en tu sitio y agárrate bien, aún puede pasar cualquier...
- ¡Caramba, esto sí que es una sorpresa!
La voz permanentemente jovial de Wilson sorprendió a los dos hombres en la cabina. Se miraron intrigados y se dirigieron a la parte superior de la nave, donde estaba el puesto de artillería. Dapal iba delante, y cuando llegó a la puerta de daba al cubículo desde donde llegaba la voz de Wilson, se paró, se llevó la mano a la cabeza y exhaló un profundo suspiro.
- Lo que me faltaba...
Mart se situó detrás de Dapal, y observó por encima del hombro del joven. Allí estaba, radiante como siempre, pese a las lágrimas que caían por sus momentáneamente pálidas mejillas, la niña de sus ojos, Cinty, la camarera de la cantina en la que habían estado aquella tarde. Mierda, y abrazada a ese cabrón rubio...
- Cinty, ¿qué haces aquí?
- ¿Mart? ¿Eres tú Mart, qué haces aquí?, ¡oh, Mart! Se levantó y corrió hacia él, abrazándolo.
Dapal, seguía murmurando, absorto en alguna suerte de diálogo con la mano sobre la que reposaba su cabeza:
- Un inconsciente que sólo piensa en meterla, un borracho con tendencias psicópatas, y una rubia cuyas mayores habilidades parecen ser... ¿llorar y pechos prominentes?. ¿A dónde voy yo con esto...?
Con la chica abrazada a él, Mart le dedicó una mirada de triunfo a un Wilson que seguía sonriendo despreocupadamente.
- Cinty, pero qué te ha pasado, ¡estás llena de sangre! Este chaval no habrá...
- No, no, Mart, no ha sido él, oh, ha sido tan terrible...- rompió nuevamente a llorar.
- No te preocupes, querida, ahora estás a salvo. Estando yo aquí, nadie te hará daño. ¿Pero qué haces aquí?
- Es que... - entre un mar de lágrimas, con la respiración entrecortada, apenas era capaz de hablar- corrí, y le vi entrar aquí... pero no sabía... y me escondí... pero no quiero ser una molestia...
- Tú nunca eres una molestia, Cinty, pero cuéntamelo todo desde el principio...
- Sí, el principio - la chica estaba visiblemente afectada.- Fue cuando salí a tirar la basura... de la taberna. Un... un señor, salió detrás, y me siguió... y... y ... intentó... intentó... propasarse... y yo... yo saqué el cuchillo que me había regalado papá... y... y... le corté su... su... eso. Le corté su... pene.
Los tres hombres sintieron como un escalofrío recorría su espalda. Ese desgraciado ya no intentaría volver a violar a nadie. La chica seguía con su historia por duplicado:
- Después... después... eché a correr. Corrí mucho. Y no sé cómo llegué aquí... llegué y le vi - señaló al chico rubio- le vi entrar... en la nave, ese chico tan... tan... amable, tan amable antes en la taberna, y me dije, ese chico tan amable tiene que ser bueno... y protegerme... y eso... y le seguí, y entré en la nave... pero luego pensé, Cint, tú eres tonta, es un desconocido, y tú no eres más que una molestia para ese chico tan amable, y como no quería ser una molestia... y me escondí.
Poco a poco iba recobrando el color, de hecho parecía ruborizarse ligeramente cada vez que levantaba la vista hacia Wilson.
- La descubrí porque la escuché llorar. Estaba escondida en una caja vacía de munición. Un gran sitio para guardar cosas que no queramos que encuentre nadie, por cierto.
- ¿Tú tienes algo que ver con que nos hayan disparado?
Dapal parecía recuperar el control de la situación.
- Esto, yo, lo siento, no quiero ser una molestia, de verdad, espero que nadie haya resultado herido. El.. el señor, tenía varios amigos... sí, igual fue eso, tal vez... tal vez me siguieran, y me vieran meterme en la nave... yo... no quiero causar problemas, de verdad. Pero no quiero volver allí. Quiero marcharme de ese sucio planeta. Llevo tiempo hablándolo con mi padre, y creo que es un buen momento. Estarán esperándome, y acabarán lo que empezó su amigo... Por favor... No quiero volver... Por favor...
Dapal intentó no mirar la suplicante cara de la chica y se dirigió hacia Mart y Wilson.
- ¿Qué hacemos con ella?
- Se queda con nosotros, ¡por supuesto!
La respuesta de los otros dos llegó al unísono. Por una vez, estuvieron de acuerdo.
- Y encima el inconsciente y el borracho van a matarse por ver quién se tira a la rubia... Perfecto...
Dapal no pudo evitar fijarse en la cara de preocupación del viejo cada vez que la chica no miraba. Parecía que la explicación de los disparos tampoco le había dejado satisfecho.
Cada cosa a su tiempo, lo primero era llegar a la luna. Si esos dos no se mataban antes, claro.
Labels: La ley del Deuterio
1 Comments:
Sinceramente, a historia gaña mais coa foto da rubia jajaja :P
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