La Ley del Deuterio. Capítulo 2. Complicaciones
Pues nada, sin más cháchara, el capítulo 2 de Dapal y Wilson. Mañana pongo el 3 y 4, y a ver si pasado mañana tengo escrito el 5 :)
Pese a las quejas de Wilson se fueron rápidamente de la taberna. Lo harían esa noche, no había tiempo para camareras.
- No estoy motivado para el trabajo. Nos van a liquidar, ¿no podíais al menos permitirme una última alegría?. La tenía en el bote...
- ¿A la hija del tabernero? No sueñes con ello, rubito. Esa chica es mía.
- ¿Qué nos apostamos? ¿10 créditos? ¿Tal vez 20?, ya que estás tan seguro...
- No quiero robarte, chaval.
- ¿50 créditos? Venga, considéralo un regalo de mi parte. Me has caído bien.
Dapal se exasperó.
- Wil, déjale en paz, no es el momento.
- Dap... creo que necesitas una mujer. Urgentemente. La sangre está abandonando tu cuerpo. Marty, tú seguro que aún tienes lo que hay que tener...
- Firmo esos 50 créditos. Me vendrán bien para pagar mi cuenta en la taberna.
Dapal suspiró. Tendrían que llegar al hangar rápido, antes de que Wilson le robara al viejo hasta los calzones. No es que le importara, pero al viejo tendría que quedarle lo suficiente para pagarles a los dos, no sólo a Wilson. A Wilson no le solía durar el dinero lo suficiente como para comprar deuterio.
- Wil, adelántate y vete revisando la nave, tenemos que salir pronto. Yo discutiré con Mart nuestros emolumentos.
- Ok, Dap, no tardéis mucho. Pero creo que deberías dejarme negociar a mí. La falta de sexo te está reblandeciendo.
- Pero tú revisas la nave mucho más rápido, venga, apúrate.
Wilson se marchó correteando. Ese Dapal, siempre igual, cuando se lo empezaba a pasar bien...
Dapal se giró hacia Mart.
- Mira, Mart, sé que no tienes dinero ni para pagar cervezas, así que lo me intriga ahora es saber cómo piensas pagarnos.
- A la entrega del paquete se nos pagará. Con ese dinero cobraréis vuestra parte, hasta el último crédito.
- Un paquete que supongo que no me dirás qué contiene.
- No necesitas saberlo. Ese es el trato, y lo habéis aceptado. Te he contado el plan, ahora no puedes abandonar.
El viejo se paró y desenfundó de nuevo, apuntando al joven con la pistola. Aún estaba algo ebrio.
- Un día te vas a hacer daño con eso. Aquí nadie abandona nada.
Dapal siguió andando. No le gustaba, pero tendría que arriesgarse. Nadie más les quería contratar. La economía iba tan mal que hasta los trabajos suicidas estaban copados. Había escuchado la palabra niñato 17 veces esa semana, y eso que era él y no Wilson, que tenía aún más cara de niño, quién hacía las negociaciones. Se estaba ganando una reputación como piloto, pero nadie se creía que fuera él el "Dapal Molug" del que hablaba la gente. Maldita sea, necesitaban el dinero: con el combustible actual no llegarían ni a 10 sistemas de distancia, y necesitaba cruzar 2 galaxias. Eso sin contar con que apenas les quedaba munición. Si el trabajo no fructificaba, tendrían problemas. Bueno, no era la primera vez, saldrían adelante. Si sobrevivían, claro.
- ¿No puedo tampoco preguntar quién nos contrata?
- No puedo arriesgarme a que pases por encima de mí y cobres también mi parte.
- ¿Y quién me garantiza a mí que no nos abandonarás una vez que hayamos completado el trabajo?
- Tienes mi palabra, pero como supongo que no te llegará, te diré que nos pagarán al entregar el paquete, y necesitamos vuestra nave para transportarlo. Además, sois dos a vigilarme, si os sorprendo os merecéis quedaros sin el dinero.
¿Su palabra? Pues no, no era suficiente. Odiaba ese tipo de trabajos. Borrachos desesperados sin una triste moneda con planes inviables. Al menos éste no parecía tonto. Su plan era burdo, pero estaba bastante estudiado para el tiempo que el viejo aseguraba haber tenido. Quién sabe, tal vez funcionase.
- Ya hemos llegado. Con un poco de suerte Wilson tendrá la nave lista para partir. Recorrieron el enorme hangar hasta llegar a la plaza donde esperaba su nave. Wilson les saludó desde la cabina.
- Todo listo. Tanques llenos, armas cargadas, escudos activados y motores encendidos. Cuando queráis, nos largamos de aquí.
Dapal recorrió con la mirada su querida nave. Era pequeña, incluso para ser un carguero de los llamados pequeños, pero a cambio era suficientemente rápida para el tipo de trabajo que solían hacer, mucho más rápida que los bombarderos, destructores y demás naves pesadas que solían patrullar los perímetros planetarios, y Wilson se encargaba de que estuviese siempre perfecta.
Subió por la escalerilla que daba a la cabina, y se acomodó en su asiento. Cuando Mart seguía sus pasos, una luz azulada centelleó a la altura de su cabeza.
- ¿Pero qué...? ¿Qué ha activado el escudo?
Dos nuevos destellos aparecieron en torno al viejo. Dapal se abalanzó hacia él, lo agarró por la camisa y lo arrastró dentro de la cabina. ¿Quién les estaba disparando? Más importante ¿Por qué les estaban disparando? El que les disparasen era parte común de las chapuzillas que solían que hacer, pero la gente tendía a esperar a que les robasen para sacar las armas.
- Wilson, nos vamos YA. Ocúpate de la artillería. Y por favor, esta vez procura no gastar mucha munición.
- Hey, gasto la munición justa y necesaria para mantener tu culo intacto.
Buf, ya estaban bajo mínimos, y se iban a quedar prácticamente a cero antes de empezar el trabajo. Intentaría evitar un enfrentamiento.
Cerró la trampilla de acceso y sacó la nave del hangar todo lo rápido que pudo. Afortunadamente, las armas con las que los atacaban desde tierra no podían traspasar los escudos. Otra cosa sería cuando saliesen a la órbita del planeta, y si les habían atacado sin preguntar siquiera era porque les estaban persiguiendo sabiendo quiénes eran y qué se proponían, así que tendrían un bonito comité de bienvenida a la salida del hangar. Se giró hacia el pálido y aturdido Mart.
- Oye viejo, ¿no crees que nos debes un par de explicaciones?
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