Thursday, January 04, 2007

La Ley del Deuterio. Capítulo 10. Información (2ª parte)

Buenas a todos otra vez. 2 cosas: lo primero, que mola ser ingeniero y tener tiempo para escribir. Lo segundo, que a ver si voy avanzando en la historia. Hoy otro capítulo, en el que una vez más, apenas pasa nada, pero seguimos situando los personajes. Además, ya medio tengo en la cabeza lo que va a pasar en los siguientes capítulos. Pos nada, no me enrollo más, ahí os dejo el capítulo, sólo espero no haber metido ninguna incongruencia con los capítulos viejos, que no me acuerdo de todos los detalles :P.


El café humeaba mientras ambos compañeros intentaban combatir el sueño.

- Sabía que me sonaba su cara - empezó Dapal-. Así que busqué por los hologramas de noticias que estuvimos viendo estos días. Y la encontré.
- ¿Y bien?
- Yude Werx. Ministra de Defensa de la Confederación Garay, cuya capital, Moltn 3:163:4, acabamos de dejar.
- Vaya, ni más ni menos que ministra. Y tan joven.
- Eso dije yo. Además parece ser que es la nueva joya del consejo, a la que todas las miradas apuntan. Pero resulta que la chica contó con buenas referencias. Empezó en el ministerio gracias al apoyo de su padre, el general Werx, que según he leído fue un condecorado héroe de guerra, en el último intento de invasión que recibió la confederación. ¿A cargo de
sabes quién?
- Es evidente. El único planeta importante de la zona es el que vamos a visitar. Lo que yo me pregunto es, ¿y cómo no es el padre el ministro? ¿Acaso murió?
- Algo que nos dará más juego. Parece que fue repudiado.
- ¿Y eso?
- Era un pez gordo, de hecho no me extrañaría que fuese el anterior ministro, pero según los que he encontrado sobre él se opuso a una serie de reformas sociales del Presidente de la Confederación. Al parecer no le faltaba algo de razón: las revueltas provocaron una revuelta bastante importante en todos los planetas de la confederación. Nuestro general se colocó en el bando perdedor, que fue brutalmente aniquilado. Tras el conflicto cayó en desgracia y ahora mismo es considerado un traidor a la patria. Su hija, con la que parece que se distanció durante la revuelta, ocupó el puesto en el ministerio.
- Vaya, eso suena un poco raro, ¿no? Cada miembro de la familia en un bando.
- Sí, no es lo más habitual. Pero esto te gustará más. He encontrado una foto antigua de nuestro hombre. Está un poco cambiado, pero tíñele el pelo, ponle unos años más, aspecto desaliñado y...
- ¡Es el viejo Mart!
- El mismo que viste y calza. Ya debemos de estar a punto de atracar. Vamos a la cabina, te contaré el resto mientras llegamos.

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La nave se fue acercando poco a poco al planeta. Ninguna patrulla los interceptó. Ningún señal llegó del planeta. No las tenían todas consigo,
y ninguno de los dos hablaba, pero la falta de combustible les obligó a dirigirse a la órbita del planeta. Presa de un creciente nerviosismo, Dapal dirigió la nave hacia el hangar del planeta, en cuya desolada superficie no se apreciaba el menor signo de vida.

- ¿Tú crees que se habrán ido? Parece que aquí no hay nadie.
- Tendremos que bajar a comprobarlo. ¿Prefieres quedarte en la nave o bajar?
- Baja tú, Dap. Me fío más de que yo te salve a ti cuando te cojan a que tengas que venir tú.
- Je, que te lo crees tú. Está bien, yo salgo. Ten encendida la radio, y te sigo contando la historia de nuestro amigo Mart.

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Dapal examinó la atmósfera del árido planeta. Sería bastante desagradable, pero lo prefería a salir con uno de esos incómodos trajes. A través de la radio, recibía distorsionada la voz de su compañero.
- ¿Averiguaste algo más del viejo?
- Parece ser que Mart es ahora un peligroso terrorista. No tan peligroso según algunos analistas. De hecho parece que su facción es de las más blandas, por lo que no es muy apreciado por las demás organizaciones terroristas que se oponen al gobierno, y se está quedando sin demasiados apoyos, atrapado entre dos bandos.
- Pues eso no es lo que parecía con su hija.
- Lo sé. Tal vez quiera entregarse. O tal vez intente protegerla de los ataques de alguna otra facción más radical.
- O tal vez intente ganarse apoyos.
- ¿Qué quieres decir?
- Que tal vez atentar contra su hija sea el golpe de fuerza que el general Werx necesita para recuperar sus apoyos.
- ¿Tan desesperado te parece? A mí no me dio esa impresión.
- Eres demasiado ingenuo, Dap. ¿A ti te parece normal esa escolta ridícula que llevaba la hija? Y el Zark ese está en el ajo. Toda la información que un peligroso terrorista tenía de la agenda de una ministra, aunque sea su hija... algo no me huele bien.
- ¿Tú crees? Pero tiene que haber alguien más involucrado. ¿Quién disparaba al viejo en Moltn? Y al salir de la luna, ¿qué pintaban esos tanques, la trampa que nos tendieron con los escuadrones? ¿En qué bando estaban esos?
- Para mí que lo del planeta fue algún policía que reconoció a un peligroso terrorista, de ahí lo repentino e improvisado del ataque y que no tuviese continuidad en la órbita del planeta. Después de eso investigarían a donde se dirigió nuestra nave y plantearían un ataque a mayor escala para que no escapáramos de la Luna.
- Le veo demasiadas casualidades.
- A mí me parece perfectamente plausible. Pero no te veo convencido. ¿Qué te quieres apostar? ¿10 créditos?

Dapal le siguió dando vueltas. Aún no acababa de tenerlo claro. Le parecía demasiado... poco probable. Además, estaba seguro de que Cinty tenía algún papel que jugar. Mientras, Wilson seguía intentado sacarle los cuartos.

- ¿Tal vez 50? Jejeje. Si no creyeses que tengo razón, te atreverías.

Dapal le ignoró, absorto como estaba en sus pensamientos, olvidando la misión de exploración que se suponía estaba realizando. Cuando se dio cuenta, unos 15 soldados, fuertemente armados, le rodeaban, apuntándole. Se le cayó la radio de las manos. Si sobrevivía, Wilson se reiría de él durante meses por su falta de concentración. Dos de los militares se abrieron para dejar paso a un nuevo personaje que parecía el jefe de todos ellos.

- Vaya, vaya, vaya. Mirad quien nos honra con su presencia. ¿Recordáis a aquel chico que no fuisteis capaces de capturar? Pues aquí lo tenéis, dispuesto a entregarme su cabeza en bandeja de plata, ¿no es irónico? Pero muchachos, por favor, nuestros modales, saludad a mi viejo amigo Dapal Molug.

- ¿Dap? ¿Qué pasa? ¿Dap, me oyes?

- Ha pasado tiempo, Jarl. ¿Qué tal te han ido las cosas?

Un oportuno culatazo en la nuca privó a Dapal de la posibilidad de mostrar su mejor sonrisa de adulador.

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Thursday, December 28, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 10. Información (1ª parte)

Bueno, no es la historia más intensa que he escrito, pero tenía que justificar de alguna forma algunas cosas. Realmente iban a pasar más cosas en este capítulo, pero bueno, es que tengo un montón de cosas que hacer, así que lo dejo pa una futura segunda parte, que a saber cuándo escribo. Bueno, para los que no se acuerden, mi historia iba de unos tíos en una nave, y les pasaban cosas (es q casi ni yo me acuerdo xD). Enga, no sé si os gustará, pero los episodios de calma también son necesarios.

Wilson se revolvió en la cama. No quería irse, pero cuánto más tiempo pasasen en el planeta más se complicarían las cosas.


- Martha, espera, no te duermas.
- ¿Eh? ¿Otra vez? Jesús, benditos 20 años...
- No, no es eso. Tengo que irme.
- ¿Irte? ¿A dónde vas a ir a estas horas? Puedes quedarte a dormir aquí, ya lo sabes.
- Lo siento, pero debo abandonar el planeta cuanto antes.

La mujer se acercó para besarle otra vez, pero Wilson salió de la cama, y buscó su ropa. La mujer se irguió.

- Así que supongo que esto es el fin. Vuelves a tu "peligrosa e incierta vida de cazarrecompensas" otra vez.
- Es necesario...
- ¿Necesario para quién? Para ti o para ese amigo tuyo...
- Para los dos.
- Claro, "vuestro graaan objetivo", cómo olvidarlo. Sea lo que sea eso.

Wilson no respondió. Se ajustó los pantalones y agarró su camisa entre la ropa de ella.

- Así que así acaba todo, una noche, sin previo aviso y te vas para siempre.
- Sí.
- ¿Volverás algún día?
- No lo sé. El universo es muy grande, pero la vida da muchas vueltas.
- Si vuelves por aquí, búscame. Me alegrará saber que sigues vivo.
- Sí, a mí también suele alegrarme.

Una sonrisa pícara contrarrestó la tensión del momento.

- Sabes, Wil, me duele que te vayas así, pero creo que si no fueras lo que eres, no serías como eres.
- Quién sabe...

Wilson se encogió de hombros y sonrió de nuevo. Todo volvía a ser como el día antes, lo más desagradable ya había pasado. Wilson supo que, a pesar de todo, ella también guardaría un buen recuerdo. No tendría que mentirle.
- Antes de irme, necesito una información.
- ¿Información? ¿Qué clase de informa...?

Entonces comprendió. Comprendió por qué ese chico tan joven y tan guapo la había elegido a ella un mes atrás. No se consideraba fea, pero a chicos así sólo se les veía en los hologramas.

- Así que todo este mes sólo estabas conmigo porque trabajo en el centro de cálculo de los escuadrones.
- Al principio sí.
- ¿Haces esto en cada planeta al que vais?
- Sólo si vamos a estar bastante tiempo.
- ¿Un mes es bastante tiempo?
- Un mes es MUCHO tiempo.
- Sabes que no te lo puedo decir. Es información privada y me despedirían si te lo contase.
- Ya.
- ¿Qué hay en esa nave?
- Es nuestra nave. Nos la han robado, y queremos recuperarla.
- A estas alturas ya puedes decirme la verdad, no me importa que me digas que en ella viaja una persona que vale una fortuna.
- En ella viaja una persona que vale una fortuna.

Martha suspiró. Wilson esperaba, porque sabía que se lo diría. Todas se lo decían.

- Supongo que el vuelo que te interesa es el que llega a 3:173:1 a las 13:02:43. Va bastante lento, si os apuráis aún podéis cogerlo.
- Gracias Martha.
- Wilson...
- ¿Sí?

El joven ya agarraba el mango de la puerta, listo para desaparecer de su vida para siempre.

- A pesar de todo... lo pasé bien.
- Lo sé.

Martha no llegó a verla, porque Wilson no llegó a girarse, pero el último recuerdo de esa noche que la mujer guardaría en su cabeza, sería esa característica sonrisa, burlándose de ella por última vez.

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Wilson tardó apenas unos minutos en volver a la nave. Dapal le esperaba, listo para despegar, impaciente.

- ¿Coordenadas?
- 3:173:1, dentro de unas 10 horas.
- Vaya, va a hacer calor ahí.
- No lo he elegido yo.
- Venga, prepárate que nos vamos. He arreglado el casco hasta donde he podido y comprado un par de sensores nuevos para sustituir los que destrozaron los tanques. Debería aguantar.
- Aunque la nave no explote no tenemos suficiente deuterio para llegar hasta ahí, por muy despacio que vayamos. Y además, no es tiempo lo que nos sobra.
- Lo sé, pero no es ahí a donde vamos.
- ¿Y a dónde vamos?
- 3:160:15. Tenemos el combustible justo para llegar hasta ahí.
- ¿Qué? ¿Pretendes ir a...?
- Exactamente.
- ¿Y no podemos sencillamente robarle el deuterio a alguien, como siempre?
- ¿A quién? Esta zona es un páramo. Sumando todos los sistemas a los que podemos llegar, no llegan ni a 20 planetas habitados. Nadie tiene deuterio. Nadie viene aquí y nadie sale de aquí. Excepto él. Al resto ya los ha esquilmado.

Wilson sopesó las opciones. La verdad es que en ese momento le daba bastante igual, lo único que quería era irse a dormir, pero la poca lucidez que le quedaba le decía que su compañero tenía razón.

- Bueno, tú sabrás. ¿Luna o planeta?
- Planeta. Que se entere bien de que vamos allí. No tenemos tiempo para buscarle, mejor que sea él el que venga a nosotros.

La nave despegó silenciosamente en medio de la noche, agotando las pocas reservas que aún tenía en el depósito. Si no conseguían ningún arreglo, no tendrían suficiente deuterio para salir de allí.

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Wilson dormía profundamente cuando un violento ruido, semejante a una serie de explosiones, le obligó a levantarse, alarmado. Poco a poco, los sentidos volvieron a él, y de un manotazo, apagó el despertador.


- Tengo que cambiarle la alarma a este maldito chisme.

Se dirigió hacia la cabina, bamboleante, aún algo atontado por el repentino despertar. Dapal ya estaba en pie, pero en vez a los mandos de la nave, estaba sentado en su litera, absorto en los hologramas que danzaban frente a él.

- Hey, estamos a punto de llegar, deberías venir a la cabina. Será mejor que estemos los dos cuando nos empiecen a interrogar desde el planeta.

Dapal no hacía caso. El fluir de las imágenes en 3D parecía requerir toda su atención. Wilson se dio cuenta entonces de que tenía puestos unos auriculares.

- ¡Deberíamos ir a la cabina! ¡¡HEY!!

Dapal desconectó el aparato de hologramas y se giró lentamente hacia Wilson. Unas sombras oscuras bajo sus ojos, rojizos de tanto mirar sin pestañear, amenazaban con convertirse en profundas ojeras. Se quitó los cascos.

- Perdona, ¿qué decías?
- Que deberíamos ir a la cabina. ¿Has dormido algo?
- ¡Vaya!, ¿ya hemos llegado?. Estaba buscando unas noticias que me sonaba haber visto. Justo ahora he descubierto algunas cosas bastante interesaaaaaauuuantes.

Un sonoro bostezo interrumpió a Dapal, pero no parecía importarle. Lo que fuera que hubiese descubierto, parecía haberle compensado el no dormir, y conociendo el gusto de Dapal por un buen sueño, esa información debía de valer bastante deuterio.

- Luego me lo cuentas. Voy a preparar café. Cargado, muy cargado.

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Sunday, December 10, 2006

Declaración de intenciones :)

Hablando hoy con Simón caí en la cuenta (ya había caído, pero me lo recordó) de que no estamos publicando con asiduidad. Esto es debido a 2 cosas: la primera es que si alguien nos lee no escribe, y por tanto no tenemos conciencia de que nadie nos lea; y esto no anima en absoluto a escribir. Pero esto está fuera de nuestro alcance (¡¡¡postead los que leáis si hay alguien!!!)

La segunda razón es que somos vagos, o estamos ocupados. Pero a esto sí que hay solución, así que me comprometo a escribir 2 capítulos por semana mínimo. Espero que los otros dos escritores también lo intenten... (toma indirecta directa :D ).

Monday, November 27, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 3, parte 1: un nuevo hogar (continuación)

Bueno, continúo con lo de ayer, que hoy son horas decentes :)


Los guardias apresaron a Blaorith y al drow que le había pedido la espada en la entrada. Llevaron a ambos hacia los niveles superiores de la casa. Conforme ascendían en altura su entorno ascendía asimismo en lujo; cuando llegaron al que se suponía era el último nivel los dos cautivos no podían menos que admirar cuanto los rodeaba. Numerosas estatuas vigilaban el pasillo, alimentadas por alguna fuente de calor que provocaba que brillasen ante la infravisión de los drows. Dicho pasillo parecía más bien el dormitorio de un rey: el suelo estaba tapizado con una mullida alfombra y las paredes en lugar de ser de piedra eran un gran mosaico: de nuevo el truco del calor que tenían las estatuas, con la diferencia de que aquí el calor no era constante y daba la impresión de imágenes en movimiento. Se estaba representando una escena que Blaorith logró ubicar gracias a las lecturas de su infancia: Lolth, la Reina Araña, alimentando a una hueste de canes infernales con miembros de Elfos de la superficie. La llamada Afrenta de Lolth, de la cual no se sabía si era leyenda o realidad. Sin embargo parecía tan vívida que se podría pensar que las bestias saltarían sobre uno.

Salió de su estupor cuando llegaron a una sala donde tan sólo aguardaban tres personas a simple vista. Los guardias los rodearon apuntándoles con sus armas a los puntos vitales y evitaron mirar a los que ya se encontraban en la estancia. Allí estaba Miradir junto a dos elfas que no reconoció. La más joven despertó el interés de Blaorith y al momento surgieron en él deseos puramente instintivos. Fue la otra quien le habló.

- Guerrero, acabo de comprarte y ya has causado problemas. Estúpido macho.

- Mi nombre es Blaorith mi señora. - dijo mirándola directamente a los ojos.

La situación se volvió tensa tras esta respuesta. Los guardias aferraron con más fuerza sus armas mientras en la boca de Miradir se dibujaba una sonrisa de triunfo.

- Trataremos primero el asunto del otro cautivo. - continuó la drow obviando el comentario - Has sido acusado de intentar asesinar a mi última adquisición. Por ello se te condena a muerte, aunque no vamos a torturarte. Miradir, que sea doloroso.

- Si madre.

El preso trató de objetar algo hacia el mago, pero al momento un pequeño dardo salió de las manos de Miradir y se clavó en la garganta del susodicho. El dardo comenzó a expulsar ácido y la réplica del cautivo se convirtió primero en un gorgoteo y luego en ruido sibilante antes de que cayese al suelo inerte. Dos de los guardias retiraron el cuerpo. Ahora sólo quedaba Blaorith. De nuevo la que adivinó era la matriarca habló.

- Ahora Miradir discúlpate.

A regañadientes el mago se dirigió al sorprendido Blaorith:

- Tenía que haberte llevado a las barracas de la guardia de élite, no al lugar al que te llevé. Me equivoqué y te pido disculpas. Espero que las aceptes.

La atención de todos se centró en la respuesta del preso.

- No te preocupes, todos cometemos errores. Sólo espero que tu madre me perdone si algún día me equivoco yo - dijo con una sonrisa.

La mirada de odio que arrancó del mago sólo era comparable en intensidad al regocijo que mostró la elfa que llamara su atención en un primer momento. La matriarca habló de nuevo.

- Bien, estúpido macho. A partir de ahora te dirigirás a mí como Mi Matrona Madia Mosi'er. Nunca se te ocurra hablarme si yo no te lo ordeno, y nunca se te ocurra mirarme si yo no te lo ordeno. Eres un arma más a mi servicio, y como tal no tienes ningún derecho, no tienes vida, tu vida me pertenece. Si se te ocurre hacerme una afrenta en otra ocasión me encargaré de que tu castigo sea duro de verdad. - se dirigió a la drow que se encontraba a su izquierda - Maridik, dispénsale una semana de tortura.


Los siguientes días fueron realmente dolorosos para Blaorith. La elfa conocía muchas formas de tortura, pero no llegaba a producirle daños irreparables. Todos los días tenía cinco horas de exhaustiva tortura por manos de Maridik. Sin embargo nunca llegó a desmayarse o emitir una sola queja; ante las tenazas respondía con bufidos, al ácido respondía gruñendo y ante el fuego simplemente se limitaba a sonreir. Escuchó más de una vez de labios de su inquisidora "Descubriré tu secreto".

Finalmente estas penalidades tocaron a su fin; el castigo había terminado. Maridik soltó las cadenas que lo mantenían aferrado a la pared de aquella sala de torturas y Blaorith cayó al suelo. Escuchó cómo la elfa entonaba un salmo y sintió cómo su cuerpo recuperaba el vigor. Se levantó y la observó, aquella hembra que lo había torturado durante una semana y que ahora estaba al alcance de su mano. Rapidamente la agarró del cuello y la empujó contra la pared, al tiempo que le advertía.

- Un solo movimiento de tus manos o una sola sílaba arcana de tu boca, y te parto el cuello. No dudes que puedo hacerlo. ¿Sabías que yo también sé algo sobre torturas? No sé donde lo aprendí, pero te aseguro que funcionan. Tus caricias no serán comparables al tormento que vas a sufrir ahora.

- Estúpido, soy la hija de la matrona.

Blaorith se quedó helado. No era una buena manera de ganarse el respeto de su nueva matriarca torturar a su hija. Cayó en la cuenta de que se parecían fisicamente, y se maldijo por haber permitido que los últimos días nublasen su juicio. La soltó mientras pensaba en una disculpa; sin embargo no tuvo tiempo suficiente ya que en el momento en que la presión cedió la elfa se abalanzó sobre él con una fuerza propia de un gran guerrero, mientras lo zancadilleaba para tirarlo al suelo. Su siguiente movimiento fue arrollador: lo besó con tal lascivia que Blaorith soñaría con ese momento durante muchas noches. La rabia que había sentido la última semana se tornó en líbido; sin embargo no se dejaría ganar. Estrechándola con sus brazos se la quitó de encima y se situó sobre ella.


Una hora más tarde ambos se encontraban apoyados contra la pared. La cabeza de Maridik descansaba en el hombro del drow, mientras que su mano le acariciaba el pecho.

- Tú y yo llegaremos lejos juntos. Tú y yo, Blaorith.


Vale, qué pasa. Tenía que matar a alguien, si no no me quedaba a gusto. Y el pobre Blaorith llevaba muchísimo tiempo sin sexo, el pobre se lo merecía :). Prometo intentar no matar a nadie en los próximos episodios :).

La leyenda de Blaorith. Capítulo 3, parte 1: un nuevo hogar

Miradir se encontraba en la llamada "Sala de Transferencias" de las mansión Mosi'er. Este lugar estaba especialmente acondicionado para convocar puertas dimensionales; numerosas runas titilaban en las paredes de la estancia. Estaba esperando a que Blaorith saliese por la puerta dimensional. Este representaba todo lo que el drow odiaba más profundamente: era un poderoso guerrero, tenía algún truco para escapar de los ataques mágicos (al menos de las bolas de fuego), y lo que era más importante, podría suponer un problema para su ascensión en la familia. Ya tenía suficiente con que todas sus hermanas y alguno de sus hermanos lo superase en posición; no estaba dispuesto a permitir que un recién llegado usurpase su puesto. Lo mataría. Tendría que esperar unos meses, quizás un par de años; su madre había pagado una cuantiosa suma por Blaorith y él sería castigado si le pasaba algo. Pero lo mataría.


En ese momento Blaorith salió de la puerta dimensional. No parecía mareado en absoluto. "¿Tendrá algún tipo de preparación arcana?", se preguntó Miradir. A pesar de que le picaba la curiosidad no entablaría conversación con aquel drow despreciable. Ya tendría tiempo para investigarlo.

- Sígueme.

Blaorith trataba de memorizar todos los pasillos y giros que dieron antes de alcanzar su destino; le extrañó ver a muy pocas personas. Sin embargo el lugar era lo suficientemente grande como para que se perdiese un explorador experto. Decidió que tampoco le importaba mucho esa zona, al parecer era un ala de la mansión dedicada a la magia. Tras dejarla atrás llegaron a otra donde los pasillos eran amplios y llenos de habitaciones. Se cruzaron aquí con mucha gente, pocos fueron los que no le dedicaron una mirada cargada de odio. "Vaya, parece que supongo una amenaza". Decidió sonreirles a todos aquellos con los que se cruzara.

Finalmente llegaron a una habitación. Miradir se dirigió a él:

- Este será tu dormitorio. Encontrarás tus pertenencias en el arcón. Dentro de una hora vendrán a buscarte para que tengas una audiencia con mi madre. Aséate, hueles a orco. Y no se te ocurra salir de las barracas. Tu lugar es este, y tu presencia sin permiso en cualquier otro lugar de nuestra casa será castigada.

Tras esto el drow se dio la vuelta y se marchó, no sin escupir entre dientes la palabra "bastardo" una vez más. Blaorith observó la habitación con más detenimiento. Disponía de un arcón, un armario y una cama. No había sitio donde asearse y ello le extrañó; pero recordó que no se encontraba en su antigua casa, donde era el primogénito de la matriarca con unos aposentos llenos de comodidades, sino que estaba en una casa desconocida donde no sabía cual era su posición; aunque imaginaba que sería un soldado raso. La llave de la habitación se encontraba en la cerradura; la cogió para llevarla consigo, aunque bien sabía que cualquiera podría forzar esa simple puerta. Salió de la habitación, preguntándose cómo haría para encontrar los baños; ninguno de los drows que había visto querría ayudarle, o eso suponía; no parecía caerles bien. Para su sorpresa apareció un goblin correteando por el pasillo y se situó delante de él, con la cabeza gacha. Un goblin para guiarlo, al parecer Miradir quería humillarlo.

- Quiero saber dónde están los baños.

- Seguro, señor. Baños aquí. Seguir a Jomir.

El goblin lo guio por los pasillos; llegaron a su destino muy rápido, estaba bastante cerca. Jomir permaneció con la cabeza gacha delante de la puerta.

- Vete.

- Sí señor - dicho esto se marchó correteando de nuevo, con la esperanza de salir de las barracas antes de que a alguno de los soldados se le ocurriese que sería divertido torturar a un goblin. Odiaba tener que entrar en la casa, era un peligro constante.

Blaorith se dirigió al lugar donde le había indicado. En la puerta un drow le impidió el paso.

- Está prohibido entrar con armas. Deja esacosa aquí.

No eran baños individuales. Lamentó tener que dejar su espadón en la entrada; sabía lo fácil que era encontrar la muerte en esos sitios. Pero las normas eran las normas, y además quería agradar a su nueva matrona, no le gustaría estar de nuevo sin casa. Entró y comenzó a asearse.

Pasados unos minutos entraron tres drows. No se molestó en saludarlos, por sus miradas ceñudas sabía que no tendría respuesta su gesto. Y por las armas que llevaban colgadas en el cinturón sabía que había sido engañado. Desechó la idea de pedir ayuda, no esperaba que nadie acudiese. Observó las "armas" que podría usar para defenderse. Una tina con agua, una pastilla de jabón y una esponja empapada. Deseó que el único que lo había engañado hubiese sido el drow de la entrada, que le pidiera el arma, y que estos realmente se encontrasen allí para asearse también. Dos de ellos se situaron en las tinas que había a sus lados, mientras el tercero se situaba en la de su espalda. No podía ser una casualidad.

Blaorith no destacaba por su buen temperamento ni su paciencia. Así que decidió actuar primero. Si se había equivocado en su juicio respecto a los drows, peor para ellos. Sin mediar palabra dio un fuerte golpe con su puño izquierdo al que estaba a su derecha; completó el giro y lanzó la pastilla de jabón que tenía en su otra mano a los genitales del que se había puesto a su izquierda. No podría haber salido mejor; el primero se desplomó en el suelo inconsciente mientras que el segundo de cayó con sus manos en la entrepierna. Rapidamente arrebató la espada del drow que había caído a su lado, y se giró a tiempo para bloquear la acometida del tercero. No era rival para Blaorith, así que tras un breve escarceo consiguió arrebatarle el arma y colocó la suya propia en el cuello del desafortunado elfo.

- Vaya, tengo la impresión de que queríais emboscarme.

Antes de que le contestase entraron a la estancia seis drows armados con picas. No llevaban el atuendo vulgar de sus atacantes, sino que sus armaduras parecían confeccionadas todas a medida, y viéndolas podría afirmar que cualquier enano herrero se habría sentido orgulloso de forjarlas. Se dirigieron a él.

- Tira el arma, estáis todos arrestados.

Blaorith contestó.

- De acuerdo, la tiro. - dirigiéndose ahora al drow al que mantenía acorralado continuó - Pero no me gusta dejar a mis enemigos vivos.

Dicho esto lo atravesó y soltó su arma, que continuó clavada en la garganta de su desafortunado adversario.


Puff, mañana más, que se me hace tarde. Tenía pensado seguir escribiendo esta parte, pero me dieron las mil y mañana quería madrugar un poquito :P.

Saturday, November 25, 2006

La Toma de K'urzhal: En el Búnker

Llevaban unos 900 días recluídos en la instalación. Algún anciano había muerto, pero la mayoría de los que se habían refugiado allí por motivo de la invasión Zerg continuaban con vida. Gracias a la alimentación sintética pero cuidadosamente escogida, un elevadísimo porcentaje de los niños que se refugiaban allí habían crecido muchísimo. Unido a los meticulosos horarios, que incluían una formación física igual o mayor que la intelectual, se había conseguido una generación poco menos que privilegiada.

Myke destacaba en ese porcentaje. Él también había crecido muchísimo, pero había dejado atrás a la mayoría de sus compañeros: si la altura media rondaba el 1'90, él medía casi 2 metros. Y si sus compañeros tenían la musculatura de jóvenes 3 ó 4 años mayores, él parecía un atleta profesional. En lo académico ya no destacaba, aunque tampoco se había vuelto tonto. Simplemente, aquello había dejado de interesarle.

Había meditado ya en varias ocasiones acerca de los peligros que tendría salir a la superficie. Claro está, aquello era una utopía. La salida del búnker se manejaba automáticamente y para su apertura, dos condiciones tenían que combinarse: no se debería detectar radiación fuera, en un grado dañino, y dos claves que dos (no se sabía cuáles) de los ancianos llevaban, tendrían que ser introducidas. Sin embargo, aquél era su sueño.

En su mente, se imaginaba apareciendo en el exterior, contemplando los restos de su civilización hecha cenizas, y abriéndose camino hasta llegar allá donde estuviera el causante de todo aquello. Una vez alcanzado ese "culpable" anónimo, la palabra venganza se le antojaba insuficiente para reflejar todo aquello que planeaba hacerle. Claro está, ni en el más remoto de sus pensamientos pretendía asociar un rostro, incluso una especie, a aquel concepto de culpable.

La vida no era sencilla en el búnker. Aunque se trataba de unas enormes instalaciones, hasta la persona con más autocontrol experimentaba accesos de cólera, o enormes depresiones. Myke también experimentó eso: tras unas cuantas semanas malhumorado sin saber muy bien el motivo, y sin que ni siquiera duplicar su esfuerzo en las sesiones de ejercicio físico pudiera calmarlo, acabó pasando lo que tenía que pasar: una simple mala mirada, por parte de un compañero de barracas, y Myke se lió a puñetazos.

Nadie, en su sano juicio, se habría metido con él, pero si no hubieran aparecido 4 de los más fuertes de sus compañeros, el desafortunado que lo miró mal habría acabado hecho picadillo. Myke había perdido el control por completo.
Las 3 siguientes semanas las pasó recluído, en unos espacios habilitados a tal efecto. Básicamente fue el mismo tiempo que necesitó "su víctima" para recuperarse de la paliza. Meses más tarde, el mismo año, y mientras entrenaba con un saco de boxeo, tuvo otro acceso de cólera, y tuvieron que retirarlo también, con los nudillos ensangrentados, las manos insensibles, y el saco hecho trizas.

Pronto los ancianos se dieron cuenta de su grande - pero peligroso - potencial. Aunque las normas, en la superficie, prohibían la experimentación con humanos, tras una larga reunión del Consejo de Ancianos, se tomó una decisión.
Intentarían convertirlo en un fantasma.

Tuesday, October 31, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 4: caras nuevas

Bueno, lo primero, mis disculpas para quien nos lea (si es que lo hace alguien, si es así molaba que dejara algún comentario de vez en cuando que anima a escribir :P) por dejar esto abandonado tanto tiempo. El detalle es que no tuve tiempo; estuve jugando al baldur's gate 2 y normalmente hasta que me acabo un juego no dejo paso a otros divertimentos (a no ser quedar con colegas, claro está).

Lo segundo las disculpas para Berte; le dije que ayer a la noche iba a escribir la continuación de la historia y no pude hacerlo que me enredaron en el MSN. Así que intentaré escribir ahora más de lo que tenía pensado.

Y lo tercero, continuemos :)



El drow rebuscó en el cadáver del mago en busca de algo de utilidad. Pero lo único que encontró fue la ballesta y los dardos; no llevaba encima el libro de hechizos, y aunque lo llevase no le sería de mucha utilidad a Blaorith. Una vez más se sintió observado desde varios rincones. Habían pasado varias horas desde el comienzo de la competición y había conseguido familiarizarse con la sensación de tal forma que reconocía la situación exacta de cada punto de observación. Comenzó a limpiar su espada en las ropas del mago cuando notó una presencia. A escasos metros apareció otro drow al que no reconoció. No recordaba haberlo visto en ninguno de los días de encierro.

Era delgado y tenía colgada en el cinturón una fina espada. Llevaba el pelo revuelto y las ropas parecían no ofrecerle ninguna protección física; eran una simple camisa y unos pantalones; eso sí, ambos impolutos y sin ninguna arruga. Su postura en nada era amenazante; más bien parecía interesado. Blaorith al contrario estaba molesto por su aparición, ya que no sabía cuanto tiempo llevaba allí; posiblemente llegara en el fragor de la pelea y por eso no lo había sentido.

- ¿Qué quieres? Deberías estar buscando presas y no espiando a los desconocidos...

- Tenía curiosidad por conocerte. Eres Blaorith, si no me equivoco; y por lo que he visto parece que haces honor a la fama que te puso Graktaf.

- No me interesa lo que digas.

El desconocido hizo un gesto de sorpresa y de tristeza al mismo tiempo; fingido por supuesto.

- Oh, vaya, lo siento mucho. Supongo que es porque no me he presentado. Soy Montalbo Aravak, a tu servicio, Monti para los amigos. - dijo haciendo una reverencia. - Me gustaría avanzar contigo hasta el final de la competición.

Entre las virtudes de Blaorith no estaba la paciencia.

- Supongo que ya me escuchaste la primera vez que te dije que no me interesaba lo que hicieras.

- Oh, vamos, permite que desarrolle mi arte. - comenzó a dar saltitos acompasando sus palabras con si fueran una canción. - Esta competición era una oportunidad para mejorar mi obra, voy de aquí para allá buscando grandes historias. Y te auguro un gran destino, Blaorith el poderoso, si permites mi compañía aseguro que te harás famoso. - La frase acabó con la rodilla de Monti postrada en el suelo, los brazos en cruz y una ancha sonrisa en la cara.

Blaorith no pudo menos que sonreír ante lo ridículo de la situación. En los túneles de la Antípoda Oscura el peligro acechaba tras cada esquina. Para la competición se habían liberado criaturas (al menos orcos) en la zona. Los drows se atacaban entre ellos en un esfuerzo por mejorar su reputación y su valor. Y este elfo estaba cantando y haciendo cabriolas en una caverna en la que todavía crepitaban por las llamas doce cadáveres.

- Lo siento amigo, pero no me interesa. Trabajo mejor solo, y en este momento tengo que demostrar lo que puedo hacer. No puedo jugar contigo a los cuentos.

- Vamos, estoy versado en las artes arcanas, mis conjuros aunque no sean potentes pueden ser de ayuda. - desenvainó su fina espada con un gracioso gesto y lanzó dos estocadas volteando después la espada sobre su cabeza para dejarla a su espalda - Y mi habilidad como espadachín está más que probada.

Blaorith iba a replicar pero decidió ponerse en guardia cuando de la nada surgió otro drow, a escasos cinco metros. Iba ataviado como un mago, y de hecho pudo sentir que lo era. La lógica también lo indicaba; acababa de salir de una puerta dimensional. La mirada que le dirigió a Blaorith hizo que aferrase la espada con fuerza. La rimbombante voz de Monti se escucho una vez más:

- Oh, ahora aparece un mago. El poderoso Miradir hace acto de presencia, cuidado Blaorith, su familia es poderosa. Mosi'er es su apellido y su casa la primera. Pero un dicho popular dice que todo lo que sube tiene que bajar.

La mirada encolerizada del mago propició que el cantarín drow dijese unas palabras arcanas y desapareciese de la vista de ambos.

- Otro dicho popular dice que quien escapa a una batalla sobrevive a la siguiente. Adiós Blaorith, sigue mi consejo. Espero que nuestros caminos se crucen de nuevo.

Tras la desaparición de Monti el mago centró de nuevo su mirada en Blaorith. Con desdén se dirigió a él.

- Has sido comprado por mi querida madre. Acompáñame.

Tras quedarse observando unos segundos le llegó una orden telepática de Graktaf.

"Es cierto lo que dice, has sido comprado por la familia Mosi'er. Me has hecho rico, Blaorith, me alegro de haberte encontrado a pesar de que mataras a varios de mis hombres. Espero que no me guardes rencor por nada de lo sucedido en el viaje, pero por si acaso espero que no nos veamos en lo que te reste de vida."

Comenzó a caminar hacia el mago que le mostraba el más absoluto desprecio; casi le escupió las palabras antes de que entraran en la puerta dimensional.

- Recuerda tu posición bastardo, estás por debajo de mí y siempre lo estarás. Soy hijo de la matrona Mosi'er, y tú no eres más que un lacayo. No lo olvides nunca.

Sólo un pensamiento surcó la mente de Blaorith. "Me alegro de estar de vuelta en la sociedad drow. "

Monday, October 30, 2006

Santi: Valor

Esta vez soy un simple mensajero de una historia de Santi que me moló mogollón. A Santi no le cunde demasiado hacerse un blog, pero me dejó ponerlos si quería, así que voy a poner aunq sólo sea esta historia, que hace tiempo que no sale nada de aquí, y me parece interesante.

De pronto todos se marcharon, dejándome en aquella pequeña habitación, a solas con ella. La luz era tenue, tan sólo llegaba para poder acercarme a ella sin tropezar con las botellas de las que poco a poco habíamos ido dando cuenta. No sabía si quería hacerlo, prefería no pensarlo.

Hacía tiempo que me había planteado el dejarla, pero supongo que nunca había conseguido reunir el valor suficiente para mandarla a la mierda. Lo peor es que sabía que toda la culpa era mía.

Al principio, al poco de conocerla, todo había ido bien entre nosotros. Ella me daba un placer inmenso, que yo no había alcanzado con ninguna otra. Y me sentía mejor que nunca cuando ella me inundaba con su perfume.

Poco a poco, las cosas se fueron apagando, como siempre me pasaba. Traté en más de una ocasión de apartarla de mí. Quizás esta vez fuese la definitiva. Quizás la alejase de mi vida de una vez por todas. O quizás nada fuese a cambiar. Todo dependía del valor que reuniese en esta ocasión. Me senté en la cama, a su lado, y me puse a pensar en todo ello.

Finalmente me rendí. Asumí que ella era más fuerte de lo que yo sería nunca. Entreabrí los labios, la cogí fuerte, y la acerqué a mi boca.

Le di a aquella marihuana la mayor calada que mis ennegrecidos pulmones me habían permitido dar nunca. Me recosté, y me quedé dormido mientras ella se consumía en uno de los ceniceros que atestaban mi escritorio. Una vez más, ella había ganado.