Thursday, September 21, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 9. El baile

Bueeeno, como el proyecto ahora mismo lo tengo un poco en punto muerto (no por mi culpa, ¡eh!), aproveché pa escribir hoy otro capítulo, que tocaba acción y me veía con ganas. Pensaba hacerlo más largo, y aprovechar este capítulo para desvelar más cosas, pero me fui enrollando, y tuve que cortar. Igual me flipé mucho (no os costará adivinar en q parte), ya me diréis si os gusta:

Dapal miró hacia la parpadeante pantalla que, impertérrita, seguía repitiendo su mensaje una y otra vez:

La Central de Computación no dispone de ordenadores disponibles para gestionar su escuadrón. Por favor, inténtelo más tarde.

No habían tenido ningún problema para llegar hasta la luna, así que supuso que estaba todo preparado. Seguramente pensaban, fuese quien fuese el que le había tendido la trampa, que sin computadores y con los tanques los tenían acorralados. Dapal sonrió. No si era él quien pilotaba la nave.

Hacía tiempo que las naves traían esa protección contra conductores imprudentes o temerarios, pero, como todos los dispositivos de seguridad, tenía sus fallos. Mecánicamente, Dapal sacó de su bota derecha la pequeña navaja que siempre guardaba para emergencias, y haciendo palanca, arrancó la tapa debajo de la pantalla, que, indiferente a las explosiones que periódicamente seguían evaluando la resistencia de la nave, continuaba informando de la imposibilidad de realizar el despegue. Sin dudar, cogió uno de entre los muchos cables que circulaban por la cavidad, y lo seccionó limpiamente con la navaja. Guardó la navaja en su sitio y presionó los botones otra vez. La nave despegó decidida, ante la mirada atónita de los asaltantes.

- Wil, quiero que evalúes el estado general de la nave. No sé cuánto deuterio tenemos, pero debería ser bastante para llegar hasta el planeta. Mira que los motores no tengan muchos daños, no quiero volar por los aires. Y era bueno saber con qué armas disponemos. ¡Ah! También hay un par de sensores estropeados. No es tan importante, pero míralos si puedes, que hace tiempo que no conduzco una nave de éstas en manual.
- Jejeje, mira que te sienta bien volar, Dap. Creo que si te viese pilotar, hasta podrías impresionar a una mujer. Tanto tiempo en tierra no te sentaba bien.
- Wil, no tenemos todo el día.

Con su perenne sonrisa, Wilson salió disparado. Uno arreglaba, el otro usaba. Hacían un buen equipo.

Dapal se encaminó al planeta. No debería ser peligroso para un trayecto tan corto, pero no dejaban de estar llevando la nave manualmente, debía estar atento. Fue entonces cuando los vio:
- ¡WILSON! ¡Deja lo que sea que estés haciendo y mira si tenemos armas!. ¡Tenemos compañía!

No había ninguna nave esperándoles en la orbita lunar. Era lógico si pensaban que los tenían acorralados, pero los de la luna parecían tener buenos reflejos, puesto que habían desplegado inmediatamente 2 naves de batalla tras ellos. O tal éstas fueran algunas de las naves con las que estuviesen saturando las computadoras.

- ¡DAPAL! ¡Te aseguro que esta vez no he sido yo quién ha gastado toda la munición! Espero que no nos enfrentemos a nada serio, no tenemos ni para mirarles mal.
- ¡Es igual!. ¡Ven, será mejor que te agarres bien!.

Wilson apareció nuevamente por la portezuela de la cabina y se sentó en el asiento del copiloto. Vio las dos naves enemigas acercándose rápidamente y se le iluminaron los ojos. Hacía tiempo que no veía a su compañero en plena acción. Intentó imitar la voz de una mujer:
- ¿Me vas a sacar a bailar? ¡Qué emoción! Creía que ya no me querías.

Dapal se permitió una sonrisa antes de comenzar su ritual de batalla. Cerró los ojos y dejo de sentirlos. Tomó aire con unos pulmones que ya no tenía. Aquello que controlaban los mandos de la nave ya no eran sus manos. Dejó de tener un cuerpo.

Se abrieron unos ojos que no eran suyos, porque él ya sólo veía a través de los sensores de la nave. Dejó de surtirse de sangre, y notó como los motores le proporcionaban el deuterio que necesitaba para dirigir su cuerpo, para mover sus nuevas extremidades metálicas, su nuevo cuerpo de varias toneladas a través del espacio. Dapal se convirtió en cerebro, y se hizo uno con la nave. Decidió que a partir de ahora se llamaría Yude.

Yude se giró repentinamente y se encontró con dos enemigos que querían hacerle daño. Yude gimió, no quería sufrir más daño, pues apenas podía ver, con sus lastimados ojos, y su maltrecho corazón no tenía la fuerza de días mejores. Se resignó, si eso era lo que tenía, eso sería lo que necesitaría.

Cambió de sentido y se dirigió súbitamente de frente contra los asaltantes que, despojados de su rol de cazador, intentaron huir torpemente. Demasiado torpemente. Yude intentó golpear a uno de ellos, pero inexplicablemente falló. No, espera, no había fallado. Un recoveco de su cerebro recordó que no tenía puños con los que golpear. El otro ser intentó auxiliar a su compañero, atacando la retaguardia de Yude. Sintió que el ataque era poderoso, que si le alcanzaba acabaría con ella, pero lo esquivo grácilmente, moviéndose al ritmo de una música que sólo su cerebro escuchaba. Tenía dos pretendientes, y no podía bailar con los dos a la vez. Que ellos decidiesen.

Se acercó a uno, y danzó a su alrededor, provocativa, dejándolo sin aliento, sin respuesta, mientras el otro, celoso, se acercaba furioso, dispuesto a golpearla. Como Yude preveía, lo intentó, lo la poca habilidad que le intuñia, y falló nuevamente, golpeando en su lugar al otro ser, que se volatilizó repentinamente. Yude sintió pena por él. Algún día le golpearían a ella, y le gustaría que alguien sintiese esa misma pena.

Ya sólo quedaba un asaltante, y estaba cansada de bailar. Nuevamente se convirtieron en cazador y presa. Yude escapaba, correteando alegremente, buscando un terreno más favorable, mientras el depredador, tal vez más rápido pero no tan ágil, la seguía jadeando.

Cambió un par de veces de dirección, hasta que encontró lo que su cerebro recordaba haber visto. Un poco más allá, un paraje característico de casi cualquier planeta de la castigada confederación en la que se encontraban: un campo de escombros no muy grande, formado por los restos de una multitud de intrépidas sondas de espionaje destrozadas tras haber sido descubiertas en plena misión, abandonadas a su suerte, sin valor. Yude sabía que su cuerpo, más pequeño, se colaría más fácilmente entre la chatarra que el de su voluminoso perseguidor.

Consiguió llegar sin excesivas complicaciones. Su contrincante era voluntarioso, pero no tan hábil como ella. Dudó, al ver los restos en órbita, pero al ver la facilidad con la que ella se adentraba entre los restos de las sondas, se armó de valor y la siguió. Yude sintió pena por él también. Sabía que su rival guiaba sus movimientos a través de las computadoras de la confederación, y que pensaba que ella hacía lo mismo, pero todavía no habían fabricado las computadores que pudiesen pilotar una de esas naves a través de un campo de escombros. Era demasiado torpe, y lo pagaría con su vida.

Ya estaba fuera del campo de escombros cuando sintió la explosión. Se dirigió hacia el planeta.

Dapal fue poco a poco saliendo de la fantasía que se había creado. Le costaba respirar, le dolían todos los músculos, y su cerebro le pedía un descanso a gritos. La adrenalina abandonaba su cuerpo, dejando tras de sí los efectos de la tensión acumulada. Disfrutaba de la tensión del pilotaje hasta el punto de sentirse una parte de la nave, pero le dejaba verdaderamente extenuado.
- Wil... pilota... pilota tú ahora. Necesito... echarme un rato.
- Claro, Dap.

Como siempre, se intentó levantar demasiado rápido, pero las piernas le fallaron. Wilson ya estaba listo para sujetarle y lo llevó hasta el camarote más cercano. Había quedado destrozado.
- Ha sido increíble, Dap. En serio, no era la Nagash, y contra dos naves de batalla. Me habría gustado echarte una mano con la artillería, pero al menos así he podido disfrutar de todo el espectáculo. Ya me contarás qué estabas imaginando esta vez, porque te quedó un pilotaje redondo.
- Wil... cuídala... está débil.
- Vaya, así que ésta es hembra. Qué novedad. ¿Y cómo la has llamado?

Pero Dapal ya dormía.

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Wednesday, September 20, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 8. Condiciones no pactadas.

Bueno, aquí tenemos el capítulo 8, después de un inoportuno apagón en mi casa, que afortunadamente se produjo justo después del preámbulo, cuando empezaba a escribir, xq sino me habría deprimido mogollón y habría mandado el capítulo a la mierda. Ahí os queda. Otra vez, me parece pequeño, pero ya tengo el 9 perfilado, con un pequeño guioncillo y tal, así q espero escribirlo en breve. Enga, no me enrollo más:

Cinty encendió el comunicador y marcó el número de contacto.
- Al habla MDM.
- Aquí Cinty. Tengo los dos paquetes encargados. Tengo también otro de regalo, no sé si tendrá destinatario, pero de momento lo conservo.
- No es necesario. No se te pagará por ello. Elíminalo. Los paquetes sin dirección no tienen sentido.
- Recibido. Estoy de camino. Llegaré en 10h32'23" al punto de reunión. Varias horas antes de lo previsto.
Cinty estaba satisfecha. Todo había salido tan bien que pensaba pedir un aumento en las condiciones pactadas. Al fin y al cabo había tenido que ser la concubina de aquel repugnante tabernero para que le hiciese creer a toda la parroquia que era su hija, q repentinamente había decidido prestar ayuda a su trabajador padre para poder irse a la capital.
- Habrías podido llegar antes. Se te ordenó que llegases lo antes posible. Eso es una reducción del 10% del precio pactado.
- ¡¿Qué?! ¡Eso no fue lo que pactamos!
Cinty se puso furiosa. ¿Le iban a quitar dinero?
- Yo decido las condiciones. Y decido que hacerme perder mi tiempo es un 10% de reducción. Tienes suerte de que has trabajado bien, y podríamos volver a necesitar tus servicios en un futuro, sino estarías muerta.
- ¿Pero sabes por lo que he tenido que pasar para conseguir a estos dos?
- Si no fuera porque yo te he proporcionado el paradero de la presa y has contado con la ayuda de mis hombres, tanto en el planeta como en la luna, no habrías conseguido nada.
- Eso no es cierto. Fuisteis vosotros quienes insistieron en hacerlo así, cuando claramente había formas mucho más sencillas de...
- ¿Quieres seguir perdiendo dinero? Si me haces perder mi tiempo, lo pagarás.
Cinty consiguió morderse la lengua. Estaba claro que nada de lo que dijese sería beneficioso.
- Podemos seguir bajando la cifra tanto como queramos. Si sigues tu viaje y llegas a destino, todos sadremos ganando. Si decides cancelarlo, y volver a la luna, te estaremos esperando. Tú perderás algo más que los paquetes, y nosotros obtendremos de igual forma lo que queremos. Tú decides si quieres salir ganando o perdiendo.
Así que se la querían jugar. Averiguaría la guarida de aquel hombre y lo mataría con sus propias manos, vaya que sí. Nadie le robaba su dinero. Ella siempre mantenía la palabra empeñada, y no pedía, exigía, lo mismo de sus clientes. Era la base del negocio.
- ...recibido. Una cosa más. ¿Qué ha sido de los dos tripulantes de esta nave?
- ¿A quién le importa? Pero muertos, ¿qué duda puede caber?. No pueden escapar de la luna. No quiero que me vuelvas a llamar hasta que hayas aterrizado. Corto.

Cinty lanzó el comunicador contra el suelo, presa de un ataque de furia. Lo encontraría, lo acorralaría, jugaría con él, haciéndole creer que podría escapar de ella, para ver su cara de desilusión cuando comprendiese que no tendría ninguna posibilidad de escapar con vida. Luego haría aquello para lo que la habían entrenado tan concienzudamente. Lo iría cortando poco a poco en pedacitos, sin que muriese todavía, para que pudiera ver cómo le arrancaba las entrañas y le cercenaba uno a unos sus órganos no vitales. Y, en contra de lo habitual, disfrutaría haciéndolo. Luego, finalmente, aquel maldito hijo de perra perdería la vida. Nadie se la jugaba a Cinthia Vax, y vivía para contarlo. Tan cierto como que era la mejor mercenaria de la galaxia.

La furia todavía inundaba su ser cuando entró nuevamente en la habitación de los rehenes. Yude ya estaba despierta, y se quedó mirándola, acobardada. Aquella chica no valía nada. A saber qué es lo que veían en ella para pagar lo que pagaban. Los dos militares posaron su vista en ella, expectantes. Cinty ni se dignó a mirarles. Cogió al sargento por la pechera y arrastró su musculoso cuerpo fuera de la habitación con sorprendente facilidad. Yude palideció.
- ¿Qué vas a hacer con él?
- Matarlo.

P.D.: Como le dije a Isma, un tributo a MDM tenía que haberlo en algún sitio :)

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Tuesday, September 19, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 3: Los espectadores

Bueno, no fue sin tiempo, pero aquí está la continuación de la historia. No me quedé demasiado satisfecho, la verdad, pero a veces las historias tienen escenas sin acción :(. Ya me daréis opinión, porque me da la impresión de que quedan un poco confusos los diálogos.


Graktaf estaba maravillado. Había sido invitado a presenciar los combates por la matrona de la casa Mosi'er, la más importante de la ciudad. Realmente la palabra invitado no era la correcta: se encontraba junto al resto de esclavistas observando cómo se desenvolvía su pupilo; cinco minutos más tarde de que Blaorith se desembarazase de los orcos llegó una pequeña guarnición preguntando por él.

Cuando la idea de escapar asomaba a su mente ya lo habían rodeado; una elfa oscura se adelantó para hablar. Si bien no era raro encontrarse con una drow atractiva esta quitaba la respiración. Lascivamente Graktaf fue subiendo la mirada por la bien torneada pierna de la elfa, que asomaba por la abertura del vestido; era alta para ser una drow. Continuó subiendo la mirada para admirar cómo el vestido llegaba a sugerir lo bastante como para que cualquiera la dejase pasar desapercibida: una abertura con forma de rombo a la altura del recto abdomen; comenzaba incluso por debajo del estómago y alcanzaba practicamente el comienzo de los senos. Muy bonitos por cierto, pensó Graktaf, grandes para una drow, pero bonitos.

Siguió subiendo para observar la cara más bonita que recordaba; sin embargo un resorte se activó en su cabeza, y rapidamente se dio cuenta de lo que era. La diadema que llevaba la identificaba con la segunda hija de la casa Mosi'er. Se decía de ella que sucedería a su madre a pesar de tener una hermana mayor; todos temían el momento en que llegaría al trono, desde su propia familia hasta el resto de las casas reales.

Estos pensamientos rapidamente truncaron su líbido en un sabor amargo que le acudía a la garganta; rezando porque no fuese demasiado tarde hizo una reverencia que casi lo hizo tocar el suelo con la nariz.


- Mi señora, vuestra presencia nos honra a todos.


- No lo creo. Juraría que todos os habéis meado en vuestros calzones.

Graktaf se mordió la lengua para no hacer un chiste grosero sobre lo que podrían ser esos supuestos meados. Se recordó a si mismo que su vida en ese momento pendía de un hilo. Todavía con la cabeza inclinada sintió cómo la mano de Maridik (pues así se llamaba) se posaba sobre su mejilla izquierda mientras le susurraba en la oreja derecha.

- No me gustan los de tu calaña, y menos después de tu recibimiento. Tienes suerte de que mi madre quiera hablar contigo. Pero la suerte es traicionera, procura no tentarla demasiado.

Tras una larga caminata, puesto que la casa Mosi'er se encontraba en la parte lujosa de la ciudad, lejos de los suburbios, llegaron por fin a su destino. El esclavista ardía en deseos de explorar aquella magnífica construcción; todo aquel que había estado dentro alguna vez sólo podía decir elogios acerca de la misma. Aunque no tenía esperanzas de que le dejaran hacer un tour turístico.

El lugar sólo tenía una entrada, ya que estaba situado en una gran cueva con un único acceso. Un enorme portalón de acero cerraba la misma. Al ver llegar a la drow los guardianes se apresuraron a abrirlo.

Graktaf iba siguiendo a sus escoltas pensando si en alguna ocasión serían capaces de hablar; todos sus intentos de establecer alguna comunicación durante el camino habían sido rechazados con una absoluta indiferencia. Y desde luego no tenía intención de hablar con Maridik, no podía sacar nada bueno. Así que se alegró cuando finalmente entraron en la mansión y lo llevaron a ver a la matrona, Madia Mosi'er.

Esta lo estaba esperando en una habitación circular. Había esferas de observación a lo largo de las paredes, en cada una de ellas se podía ver a un contendiente diferente. Madia y un varón se encontraban delante de una comentando lo que ocurría cuando llegó Graktaf. La matrona le habló:

- Acércate Graktaf. Observa lo que ocurre; Blaorith está a punto de caer en una emboscada. Es muy confiado. Tenía pensado comprártelo, es muy hábil, pero quizás está tachando de ingenuo.

Graktaf se acercó impelido por el empellón que le propinó Maridik que también tenía curiosidad por ver la situación. El varón lo miró con cara burlona mientras señalaba la pantalla. Blaorith se encontraba parlamentando con un mago, ajeno a los otros cuatro drows que lo observaban en las penumbras.

- Parece que tu valiente inocentón está a punto de vivir sus últimos momentos. Es una pena, prometía mucho, ¿verdad madre?

Así que era un hijo de la casa Mosi'er. Graktaf comenzaba a sentirse intimidado, se encontraba en la misma habitación que la matrona más importante de la ciudad, junto a uno de sus hijos (no lo reconocía y no sabía si era uno de los magos o uno de los guerreros) y junto a la peor de sus hijas. Esta última fue la que contestó:

- Vamos, Miradir, ¿acaso temes que te sustituyamos por un drow sin casa? Sabes que te apreciamos y no haríamos tal cosa.

La mirada cargada de ironía que dirigía a su hermano era toda una declaración de intenciones. Madia acabó con la charla.

- Callaos. Ya se ha dado cuenta de que es una trampa, está tanteando al mago.

Justo en ese momento los drows ocultos rodeaban a Blaorith. De nuevo el varón se carcajeó y observó al esclavista con mueca burlona.

- Parece que tu adalid está a punto de perecer.

En ese momento Blaorith con un movimiento fulminante asesinó a dos de los drows que lo rodeaban de una manera brutal. Las caras de todos en la sala de observación cambiaron. Miradir se puso pálido; una sonrisa de satisfacción se plantó en la cara de la matrona, mientras que la cara de su hija cambió de la burla a un profundo interés y quizás algo más. Graktaf decidió que era el momento de tratar de subir el caché de su esclavo:

- Como veis no es tan fácil derrotarlo. Es un guerrero portentoso, podría enfrentarse al doble de oponentes y saldría victorioso sin contemplaciones. Es capaz de mover esa burda espada con una facilidad pasmosa, es más fuerte y más ágil que cualquier drow que haya visto nunca, y ...

La frase quedó sin terminar cuando una bola de fuego se estrelló en el pecho de Blaorith. De nuevo las expresiones de todos cambiaron. Madre e hija mostraron decepción, mientras que en el rostro del varón apareció de nuevo el color y una sonrisa. Se giró hacia el esclavista y su sonrisa se ensanchó al ver su cara de preocupación; acababa de perder mucho dinero.

- Siento lo de tu esclavo. Es una lástima, me habría gustado contar con él para acompañarme en alguna misión, habría sido un buen perro de presa.

- Hermano, esa facultad tuya de hablar antes de la cuenta te perderá algún día - dijo Maridik con un guiño. Miradir observó de nuevo la esfera justo para ver cómo un ileso Blaorith atravesaba al mago con su espada. Tenía que reconocer que el drow era una caja de sorpresas. Madia se dirigió al esclavista.

- Bueno, ya he visto suficiente. Espera aquí con mis hijos mientras me retiro a meditar una oferta.

Graktaf sabía que estaría obligado a aceptar lo que la matrona le ofreciese. Pero confiaba en que sería generosa, el espectáculo que había dado Blaorith bien lo merecía. Una sensación de desamparo surgió en él cuando se dio cuenta de que los dos hermanos lo observaban. Miradir lo fulminaba con la mirada; juraría que si no estuviese allí su hermana el drow saltaría sobre él y le arrancaría el cuello. Nunca pensó que llegaría a alegrarse de estar cerca de Maridik. Sorprendentemente ella le habló a pesar del desprecio que decía sentir por él.

- ¿Cómo ha hecho eso?

- Bueno, ya os dije que era muy fuerte. Nunca engaño a mis clientes. - dijo con una voz cargada de orgullo.

- No juegues conmigo. Una bola de fuego le explotó en el pecho, y ni siquiera se quemó su ropa.

- Oh, debe de ser la espada, la tenía cuando lo encontramos. Tiene unos grabados muy extraños.

Maridik se dirigió a su hermano.

- Miradir, márchate.

Ni siquiera intentó protestar puesto que la voz de su hermana le indicaba que estaba hablando en serio, así que se retiró de la habitación no sin antes observar amenazante al esclavista. Sin embargo a Graktaf no le importó esto; la mirada que le dirigía Maridik era aterradora. Una vez que su hermano se hubo marchado comenzó a hablar.

- Sólo lo diré una vez, repugnante orco. En este evento sólo se permiten objetos mágicos a los magos. Yo misma me encargué de anular los objetos de Blaorith por mandato de mi madre; no se fiaba de que lo hiciera otra, podría adulterar la competición. A sus ojos aceptaré tu explicación y diré que no anulé su espada. Pero sé que lo hice, así que vas a contarme todo lo que sepas sobre él. - se inclinó sobre el esclavista, que se había sentado en una silla cuando se marchó la matrona Madia. - Como omitas algún detalle no habrá una sola caverna donde puedas esconderte de mi ira

Graktaf era un hombre de negocios; tenía labia y podía conducir cualquier conversación hacia donde él quería. Sin embargo en esta ocasión ni siquiera se atrevió a tragar saliva mientras hablaba; y contó absolutamente todo lo que sabía del misterioso Blaorith.

Sunday, September 17, 2006

Regreso. Capitulo 1: 1ª parte

Aqui llego yo, este ya esta en mi blog, pero la 2ª parte llegará en breves

Era el duodécimo día, del segundo mes, del centésimo primer año, según el calendario de Rolje. Amanecía en Raofegh, más conocida como la ciudad hundida, llamada así, porque se encontraba en las profundidades de un gran agujero que fue creado, según cuentan los antiguos escritos por la antorcha Gailmas, el Dios del fuego, que cayó del cielo para castigar a los mortales por sus actos pecaminosos.
El sol se levantaba al este, borroso aun por la bruma matinal. Horstan observaba desde lo alto de la torre del palacete de Balrrin como huestes de hombres a caballo descendían apresuradamente por los angostos senderos que daban acceso, primero a los suburbios de Raofegh, para más tarde adentrarse, ya por anchas y rectas vías, a lo más profundo de la ciudad.
-Se ha que venís –se dijo Horstan, mientras veía como los recién llegados continuaban acercándose- Pero no os será tan fácil.
Apresurado recogió sus cosas, se ató a Amin, su espada, a la espalda y descendió veloz las escaleras de la torre. A grandes pasos se dirigía al salón principal donde Balrrin lo esperaba para tomar juntos la primera comida del día. Así lo habían planeado la noche anterior, hacia mucho tiempo que no se veían y Balrrin era una de las pocas personas en quien Horstan confiaba.
Se conocían desde niños, los dos se habían criado en la capital de Rolje. Ambos tuvieron que escapar después del golpe de estado en su país natal. Perseguidos por quienes se hacían llamar “defensores de la nación”, compartieron camino durante largo tiempo, hasta que se hubieron de separar. La suerte no fue igual para ambos. Balrrin fue recogido por la familia de regentes de Raofegh mientras que Horstan se vio condenado a unirse a un grupo de nómadas que moraban en las montañas. Nunca llegaron a perder el contacto y nunca dejaron de confiar uno en el otro.
Después de recorrer el largo pasillo entro a la sala donde ya servían el desayuno:
-Horstan, no te he oido llegar –dijo Balrrin-. A pesar de su gran tamaño había aprendido a ser muy silencioso, y Balrrin no podía creer que consiguiese atravesar el inmenso pasillo sin que nadie de los presentes en la sala lo hubiese oído. Sin salir de su asombro Balrrin prosiguió:
-Toma asiento, te esperabamos.
-No hay tiempo-dijo Horstan- Vienen por mi, huestes de hombres descienden el camino del este, he de partir.

La toma de K'urzhal: Parte 2

Bueno, hacía mucho que no escribía, y no me paré demasiado. Supongo que cuando relea esto mañana, lo editaré por mil sitios, y retocaré posibles errores. Pero si no posteo sin pensar, acabaré sin postear nunca más xD.

Myke tenía 16 años. Era un prometedor estudiante de secundaria de la ciudad-capital, y tanto él como la práctica totalidad de la población civil menor de 16 años, habían sido resguardados en la instalación subterránea que se extendía bajo la ciudad. Con ellos se encontraban aquellos ancianos que no habían sido aceptados como voluntarios para la defensa, y en total conformaban un grupo cercano a las 300 personas.

Cuando se dispuso la defensa de la ciudad, Myke había solicitado ser enviado a las trincheras, y formar parte del grupo de hombres que salvarían - así lo esperaban todos - la ciudad. Sin embargo, el Comité de Gobierno había sido tajante: no podían exponerse todas las vidas, y al menos una generación debería tener asegurada su supervivencia. No se conocía todavía la capacidad destructiva de los Zerg, pero el búnker destinado a hacer de Arca de Noé tenía suficientes suministros y energía como para abastecer a esas 300 personas hasta que los jóvenes llegasen a edad adulta: si su entrada permanecía en secreto, por más que la ciudad cayera bajo el invasor, siempre quedaría una esperanza.

Myke estaba tendido en una litera, en una de las 3 enormes estancias destinadas a servir de alojamiento a los huéspedes del búnker. Los habían distribuido por edades y sexos, intentando mantener un orden, dentro del caos que se respiraba en el ambiente. Nadie sabía cuánto tiempo tendrían que estar ahí, ni si volverían a ver a sus seres queridos. Los mayores de entre los jóvenes sólo hablaban de ir a matar Zergs, mientras que los pequeños no hacían otra cosa que gimotear sin entender muy bien qué estaba pasando.

En ese momento, se escuchó un ruído sordo: las luces parpadearon, y techo y paredes vibraron. Los viejos murmuraron entre sí:

"-Esa explosión..."
"-Han debido hacerlo"
"-Habrían superado las defensas exteriores"
"-Si es así, posiblemente fuese la única solución"
"-Entonces ..."

Myke sabía de qué hablaban. Se había considerado como la última opción, y era una medida drástica, que los tendría encerrados en aquél búnker por lo menos durante 5 años, o quizás 10. En aquel momento supo que K'urzhal ya no existía, y que ellos eran los últimos habitantes de aquel planeta.

Thursday, September 07, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 7. Cartas boca arriba

Bueeeno, después de un tiempo de trabajar (hasta avancé con el proyecto y todo :D), por fin el capítulo 7. Ya voy desvelando un poco el rol de cada personaje en la historia, pero sin explayarme tampoco demasiado, no vayamos a contarlo todo a la primera ;). Ahí os queda:

Mart se despertó desorientado. Un intenso dolor martilleó su cabeza, como si sufriese una fuerte resaca.
- ¡Aaaay!, ¡pero si llevo 24 horas sin probar gota!.
Cuando se intentó llevar la mano a la cabeza se dio cuenta de que estaba atado.
- ¡Eh! ¿Qué pasa aquí? ¿Qué significa esto? ¡SOCORROOOO...!

Otra punzada de dolor le obligó a callar. Debían de haberle drogado. ¿Pero quién? ¿Dónde estaban Yude y Zark? ¿Y los tres chicos? Otro estallido. Lo pensaría cuando se le pasase la jaqueca. Intentó enderezarse, pero su sentido del equilibrio no estaba dispuesto a colaborar.
- General...
La voz de Zark llegó cercana pero débil. Sus ojos se orientaron hacia el sonido, y vislumbró en la penumbra la silueta de su amigo.
- ¿Zark? ¿Estás bien? ¿Dónde está Yude? Estoy atado.
- Yo también estoy atado, pero estamos bien. Yude está a mi lado. Sigue inconsciente, aunque respira con normalidad.
- ¿Qué ha pasado?
- La rubia. La chica rubia.
- ¿Cinty? ¿Qué le ha pasado a Cinty?
Mart se temió lo peor. Pobre chica...
- Fue ella. Lanzó una bomba con algún tipo de somnífero mientras ustedes dormían. Conseguí salir, pero me estaba esperando fuera. Me golpeó, y me desperté aquí.
- ¿Qué? ¿Cinty? No puede ser... ¿Estás seguro Zark?
- Lo siento, señor. No pude protegerles.
El soldado parecía profundamente apenado por lo que él consideraba un fallo en su deber.
- Bueno, Zark, lo más importante es que todos estamos bien. ¿Sabes algo de los dos chicos?
- No señor. El rubio creo que seguía fuera cuando despegamos, en la otra nave. El moreno estaba en la cabina. Es todo lo que sé.
¿Tendrían algo que ver? A saber. ¿Habrían despegado sin ellos? Y lo más importante: ¿hacia dónde se dirigían?.

La luz se encendió, dañando los ojos de Mart, aumentando su malestar. Cinty entró en la habitación con una sonrisa de satisfacción en su cara.
- ¿Ha dormido bien, general Werx?. ¿Y usted, sargento?. ¿La ministra no nos honra con su tiempo todavía? No hay prisa, el viaje es largo, pronto despertará y tendremos tiempo de charlar todos tranquilamente.
- Cinty, ¿qué significa esto?.
- Significa, general, que hoy me he ganado el pan durante unos meses. Entre su recompensa y la de su hija, me llevaré un buen pellizco.
- ¿La de mi hija? No hay ninguna recompensa por mi hija. Y si se refiere a un rescate, la junta gestora no pagará ni un crédito por Yude.
- Oh, sí, lo sé. No es al gobierno a quien pienso venderla. Para algunas organizaciones terroristas, una ministra caída en desgracia... sigue siendo una ministra. Y más para las facciones opuestas a la suya, general.
- ¡Yo no soy un terrorista! ¡Yo sólo quiero lo mejor para mi patria, aunque para ello tenga que derrocar a la fuerza a este gobierno corrupto!
- ¿"Patria"? Que concepto tan anticuado para estos tiempos de permanente emigración. Pero sí, tal vez "patriota" sería un concepto adecuado para definir a alguien tan chapado a la antigua como usted. Sin embargo, yo lo definiría como "lucrativo". Tiene muchos enemigos, general, no solo el gobierno. Se había escondido muy bien, pero se sorprendería de lo rápido que lo encontramos cuando empezó a ofrecer este "trabajillo" de cantina en cantina. Un simple cambio de nombre no suele ser suficiente.
- Sin tan solo se trata de dinero, tal vez podamos llegar a un acuerdo...
Cinty se carcajeó, burlona.
- Mira, viejo, sé que no tienes un triste crédito. Sé que casi todos tus apoyos te han abandonado. Sé que este secuestro absurdo era tu última oportunidad de salvar a tu hija y recuperar tu credibilidad. No tienes nada. Al menos, nada que pueda interesarme.

Cinty se giró para marcharse, mientras Mart se dejaba vencer por el dolor. Hacía tiempo que nadie se dirigía a él con su verdadero nombre. No desde que el general Werx, el héroe de guerra, había caído en desgracia, pasando a ser considerado un sujeto subversivo, culpable de corromper a la juventud. Desde que había tenido que esconderse y convertirse en Mart, el borracho. Desde que todos le habían vuelto la espalda. Incluso su hija. Bueno, todos menos Zark. Otra oleada de dolor taladró su cabeza. Maldito somnífero. Tuvo un último pensamiento antes de que Cinty saliera de la habitación..
- ¿Qué hay de los dos chicos?
- No lo sé, y tampoco me importa demasiado. Una pena por el rubito. Habría sido un buen momento para tener un socio. Es un chico muy capaz, no sé si me entiendes.
Cinty le guiño el ojo a Mart y salió de la habitación sonriendo. Posiblemente los dos chicos ya estarían muertos. Seguiría examinando la Nagash. Parecía que además de las recompensas, ganaría una bonita nave, repleta de combustible. Todo iba perfectamente.

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Dapal corrió los 10 metros más rápidos de su vida. En apenas un par de zancadas recorrió la distancia que le separaba de Wilson, que le cubría protegiéndose tras el escudo de la nave.
- ¡Buf!, esta ya está mejor.
- Mierda. Dap, ¡¡CORRE!!
Wilson enfundó la pistola y corrió hacia la escalerilla que daba acceso a la cabina de la nave. Dapal, confuso, se dispuso a seguirle, pero necesitó escuchar el primer disparo para darse cuenta de lo que pasaba.

Tanques. El proyectil atravesó el escudo como si fuera mantequilla, golpeando en un costado de la nave. Dapal se tambaleó por la onda expansiva, siguió corriendo, cayó, se levantó y volvió a caer, aún aturdido. Por fin consiguió aferrarse a la base de la escotilla, encontrando una referencia fija que le permitiese recobrar el equilibrio. Wilson, ya arriba, le ayudó a subir, izándole como había hecho él con el viejo Mart hacía tan solo unas horas.
- Venga, Dap, necesito que eches a volar este cascarón.
- S...sí.
Dapal se acomodó en el puesto de piloto, mientras Wilson se dejaba caer a su lado. Buscó instintivamente el cinturón, pero no lo encontró. Esa no era su nave. Esos no eran sus botones, ni sus pantallas, ni sus sensores. Encontró por fin el cinturón y se lo ajustó. Respiró hondo. Tenía que...

Otra explosión hizo temblar el suelo bajo sus pies. Wilson salió despedido y soltó una maldición. Volvió al asiento y buscó él también el cinturón de seguridad. No estaban en una nave pesada, no resistiría mucho.

Dapal siguió impasible, estudiando los botones. Hacía tiempo que no pilotaba un carguero grande como ese, pero en otros tiempos aquello era pan comido para él. Cerró los ojos, dejando que sus recuerdos afloraran. Carguero grande, 3 pasos. Paso 1, encender motores, el botón azul a la altura de su mano izquierda. Paso 2, fijar coordenadas, en el display central, para que pudieran hacerlo tanto el piloto como el copiloto. Paso 3, despegar, presionar el botón de OK en el display. Abrió los ojos, satisfecho, y reprodujo las operaciones a toda velocidad, como si pilotase esa nave a diario. Insertó las coordenadas del planeta contiguo. No sabía cuánto deuterio les quedaba, pero hasta ahí llegarían seguro. Presionó el botón de OK, agarrándose al asiento para soportar mejor la acelaración. Un mensaje rojo apareció en el display:

La Central de Computación no dispone de ordenadores disponibles para gestionar su escuadrón. Por favor, inténtelo más tarde.

Bueno, para los que no jugaran al Ogame, explicar que, en el juego, cada imperio tiene un número limitado de escuadrones que puede mover al mismo tiempo (aumentable desarrollando Tecnología de Computación), xq se supone que cada vuelo es controlado por unos ordenadores, y se dispone de una potencia de cálculo limitada. Era algo realmente muy molesto :P

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