Saturday, November 25, 2006

La Toma de K'urzhal: En el Búnker

Llevaban unos 900 días recluídos en la instalación. Algún anciano había muerto, pero la mayoría de los que se habían refugiado allí por motivo de la invasión Zerg continuaban con vida. Gracias a la alimentación sintética pero cuidadosamente escogida, un elevadísimo porcentaje de los niños que se refugiaban allí habían crecido muchísimo. Unido a los meticulosos horarios, que incluían una formación física igual o mayor que la intelectual, se había conseguido una generación poco menos que privilegiada.

Myke destacaba en ese porcentaje. Él también había crecido muchísimo, pero había dejado atrás a la mayoría de sus compañeros: si la altura media rondaba el 1'90, él medía casi 2 metros. Y si sus compañeros tenían la musculatura de jóvenes 3 ó 4 años mayores, él parecía un atleta profesional. En lo académico ya no destacaba, aunque tampoco se había vuelto tonto. Simplemente, aquello había dejado de interesarle.

Había meditado ya en varias ocasiones acerca de los peligros que tendría salir a la superficie. Claro está, aquello era una utopía. La salida del búnker se manejaba automáticamente y para su apertura, dos condiciones tenían que combinarse: no se debería detectar radiación fuera, en un grado dañino, y dos claves que dos (no se sabía cuáles) de los ancianos llevaban, tendrían que ser introducidas. Sin embargo, aquél era su sueño.

En su mente, se imaginaba apareciendo en el exterior, contemplando los restos de su civilización hecha cenizas, y abriéndose camino hasta llegar allá donde estuviera el causante de todo aquello. Una vez alcanzado ese "culpable" anónimo, la palabra venganza se le antojaba insuficiente para reflejar todo aquello que planeaba hacerle. Claro está, ni en el más remoto de sus pensamientos pretendía asociar un rostro, incluso una especie, a aquel concepto de culpable.

La vida no era sencilla en el búnker. Aunque se trataba de unas enormes instalaciones, hasta la persona con más autocontrol experimentaba accesos de cólera, o enormes depresiones. Myke también experimentó eso: tras unas cuantas semanas malhumorado sin saber muy bien el motivo, y sin que ni siquiera duplicar su esfuerzo en las sesiones de ejercicio físico pudiera calmarlo, acabó pasando lo que tenía que pasar: una simple mala mirada, por parte de un compañero de barracas, y Myke se lió a puñetazos.

Nadie, en su sano juicio, se habría metido con él, pero si no hubieran aparecido 4 de los más fuertes de sus compañeros, el desafortunado que lo miró mal habría acabado hecho picadillo. Myke había perdido el control por completo.
Las 3 siguientes semanas las pasó recluído, en unos espacios habilitados a tal efecto. Básicamente fue el mismo tiempo que necesitó "su víctima" para recuperarse de la paliza. Meses más tarde, el mismo año, y mientras entrenaba con un saco de boxeo, tuvo otro acceso de cólera, y tuvieron que retirarlo también, con los nudillos ensangrentados, las manos insensibles, y el saco hecho trizas.

Pronto los ancianos se dieron cuenta de su grande - pero peligroso - potencial. Aunque las normas, en la superficie, prohibían la experimentación con humanos, tras una larga reunión del Consejo de Ancianos, se tomó una decisión.
Intentarían convertirlo en un fantasma.

2 Comments:

Blogger Alber said...

Me gustó la historia, y ya vas metiendo personajes, ¡¡pero queremos más amigüitos y amigüitas!! (ojo, fundamental leerlo con diéresis).
Mola, a ver si entre todos conseguimos no caer en parones demasiado largos.
(Yo es q estoy mazo liado :( )

5:10 PM  
Blogger ismael said...

Bien, esto no está muerto :). Pero quiero sangreee!!! La historia me está molando, pero ya están tardando en cargarse a alguien en condiciones :). Venga, intento continuar yo ahora mi historia, y en deferencia a ti en este capítulo tampoco habrá sangre :)

4:39 AM  

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