Tuesday, September 19, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 3: Los espectadores

Bueno, no fue sin tiempo, pero aquí está la continuación de la historia. No me quedé demasiado satisfecho, la verdad, pero a veces las historias tienen escenas sin acción :(. Ya me daréis opinión, porque me da la impresión de que quedan un poco confusos los diálogos.


Graktaf estaba maravillado. Había sido invitado a presenciar los combates por la matrona de la casa Mosi'er, la más importante de la ciudad. Realmente la palabra invitado no era la correcta: se encontraba junto al resto de esclavistas observando cómo se desenvolvía su pupilo; cinco minutos más tarde de que Blaorith se desembarazase de los orcos llegó una pequeña guarnición preguntando por él.

Cuando la idea de escapar asomaba a su mente ya lo habían rodeado; una elfa oscura se adelantó para hablar. Si bien no era raro encontrarse con una drow atractiva esta quitaba la respiración. Lascivamente Graktaf fue subiendo la mirada por la bien torneada pierna de la elfa, que asomaba por la abertura del vestido; era alta para ser una drow. Continuó subiendo la mirada para admirar cómo el vestido llegaba a sugerir lo bastante como para que cualquiera la dejase pasar desapercibida: una abertura con forma de rombo a la altura del recto abdomen; comenzaba incluso por debajo del estómago y alcanzaba practicamente el comienzo de los senos. Muy bonitos por cierto, pensó Graktaf, grandes para una drow, pero bonitos.

Siguió subiendo para observar la cara más bonita que recordaba; sin embargo un resorte se activó en su cabeza, y rapidamente se dio cuenta de lo que era. La diadema que llevaba la identificaba con la segunda hija de la casa Mosi'er. Se decía de ella que sucedería a su madre a pesar de tener una hermana mayor; todos temían el momento en que llegaría al trono, desde su propia familia hasta el resto de las casas reales.

Estos pensamientos rapidamente truncaron su líbido en un sabor amargo que le acudía a la garganta; rezando porque no fuese demasiado tarde hizo una reverencia que casi lo hizo tocar el suelo con la nariz.


- Mi señora, vuestra presencia nos honra a todos.


- No lo creo. Juraría que todos os habéis meado en vuestros calzones.

Graktaf se mordió la lengua para no hacer un chiste grosero sobre lo que podrían ser esos supuestos meados. Se recordó a si mismo que su vida en ese momento pendía de un hilo. Todavía con la cabeza inclinada sintió cómo la mano de Maridik (pues así se llamaba) se posaba sobre su mejilla izquierda mientras le susurraba en la oreja derecha.

- No me gustan los de tu calaña, y menos después de tu recibimiento. Tienes suerte de que mi madre quiera hablar contigo. Pero la suerte es traicionera, procura no tentarla demasiado.

Tras una larga caminata, puesto que la casa Mosi'er se encontraba en la parte lujosa de la ciudad, lejos de los suburbios, llegaron por fin a su destino. El esclavista ardía en deseos de explorar aquella magnífica construcción; todo aquel que había estado dentro alguna vez sólo podía decir elogios acerca de la misma. Aunque no tenía esperanzas de que le dejaran hacer un tour turístico.

El lugar sólo tenía una entrada, ya que estaba situado en una gran cueva con un único acceso. Un enorme portalón de acero cerraba la misma. Al ver llegar a la drow los guardianes se apresuraron a abrirlo.

Graktaf iba siguiendo a sus escoltas pensando si en alguna ocasión serían capaces de hablar; todos sus intentos de establecer alguna comunicación durante el camino habían sido rechazados con una absoluta indiferencia. Y desde luego no tenía intención de hablar con Maridik, no podía sacar nada bueno. Así que se alegró cuando finalmente entraron en la mansión y lo llevaron a ver a la matrona, Madia Mosi'er.

Esta lo estaba esperando en una habitación circular. Había esferas de observación a lo largo de las paredes, en cada una de ellas se podía ver a un contendiente diferente. Madia y un varón se encontraban delante de una comentando lo que ocurría cuando llegó Graktaf. La matrona le habló:

- Acércate Graktaf. Observa lo que ocurre; Blaorith está a punto de caer en una emboscada. Es muy confiado. Tenía pensado comprártelo, es muy hábil, pero quizás está tachando de ingenuo.

Graktaf se acercó impelido por el empellón que le propinó Maridik que también tenía curiosidad por ver la situación. El varón lo miró con cara burlona mientras señalaba la pantalla. Blaorith se encontraba parlamentando con un mago, ajeno a los otros cuatro drows que lo observaban en las penumbras.

- Parece que tu valiente inocentón está a punto de vivir sus últimos momentos. Es una pena, prometía mucho, ¿verdad madre?

Así que era un hijo de la casa Mosi'er. Graktaf comenzaba a sentirse intimidado, se encontraba en la misma habitación que la matrona más importante de la ciudad, junto a uno de sus hijos (no lo reconocía y no sabía si era uno de los magos o uno de los guerreros) y junto a la peor de sus hijas. Esta última fue la que contestó:

- Vamos, Miradir, ¿acaso temes que te sustituyamos por un drow sin casa? Sabes que te apreciamos y no haríamos tal cosa.

La mirada cargada de ironía que dirigía a su hermano era toda una declaración de intenciones. Madia acabó con la charla.

- Callaos. Ya se ha dado cuenta de que es una trampa, está tanteando al mago.

Justo en ese momento los drows ocultos rodeaban a Blaorith. De nuevo el varón se carcajeó y observó al esclavista con mueca burlona.

- Parece que tu adalid está a punto de perecer.

En ese momento Blaorith con un movimiento fulminante asesinó a dos de los drows que lo rodeaban de una manera brutal. Las caras de todos en la sala de observación cambiaron. Miradir se puso pálido; una sonrisa de satisfacción se plantó en la cara de la matrona, mientras que la cara de su hija cambió de la burla a un profundo interés y quizás algo más. Graktaf decidió que era el momento de tratar de subir el caché de su esclavo:

- Como veis no es tan fácil derrotarlo. Es un guerrero portentoso, podría enfrentarse al doble de oponentes y saldría victorioso sin contemplaciones. Es capaz de mover esa burda espada con una facilidad pasmosa, es más fuerte y más ágil que cualquier drow que haya visto nunca, y ...

La frase quedó sin terminar cuando una bola de fuego se estrelló en el pecho de Blaorith. De nuevo las expresiones de todos cambiaron. Madre e hija mostraron decepción, mientras que en el rostro del varón apareció de nuevo el color y una sonrisa. Se giró hacia el esclavista y su sonrisa se ensanchó al ver su cara de preocupación; acababa de perder mucho dinero.

- Siento lo de tu esclavo. Es una lástima, me habría gustado contar con él para acompañarme en alguna misión, habría sido un buen perro de presa.

- Hermano, esa facultad tuya de hablar antes de la cuenta te perderá algún día - dijo Maridik con un guiño. Miradir observó de nuevo la esfera justo para ver cómo un ileso Blaorith atravesaba al mago con su espada. Tenía que reconocer que el drow era una caja de sorpresas. Madia se dirigió al esclavista.

- Bueno, ya he visto suficiente. Espera aquí con mis hijos mientras me retiro a meditar una oferta.

Graktaf sabía que estaría obligado a aceptar lo que la matrona le ofreciese. Pero confiaba en que sería generosa, el espectáculo que había dado Blaorith bien lo merecía. Una sensación de desamparo surgió en él cuando se dio cuenta de que los dos hermanos lo observaban. Miradir lo fulminaba con la mirada; juraría que si no estuviese allí su hermana el drow saltaría sobre él y le arrancaría el cuello. Nunca pensó que llegaría a alegrarse de estar cerca de Maridik. Sorprendentemente ella le habló a pesar del desprecio que decía sentir por él.

- ¿Cómo ha hecho eso?

- Bueno, ya os dije que era muy fuerte. Nunca engaño a mis clientes. - dijo con una voz cargada de orgullo.

- No juegues conmigo. Una bola de fuego le explotó en el pecho, y ni siquiera se quemó su ropa.

- Oh, debe de ser la espada, la tenía cuando lo encontramos. Tiene unos grabados muy extraños.

Maridik se dirigió a su hermano.

- Miradir, márchate.

Ni siquiera intentó protestar puesto que la voz de su hermana le indicaba que estaba hablando en serio, así que se retiró de la habitación no sin antes observar amenazante al esclavista. Sin embargo a Graktaf no le importó esto; la mirada que le dirigía Maridik era aterradora. Una vez que su hermano se hubo marchado comenzó a hablar.

- Sólo lo diré una vez, repugnante orco. En este evento sólo se permiten objetos mágicos a los magos. Yo misma me encargué de anular los objetos de Blaorith por mandato de mi madre; no se fiaba de que lo hiciera otra, podría adulterar la competición. A sus ojos aceptaré tu explicación y diré que no anulé su espada. Pero sé que lo hice, así que vas a contarme todo lo que sepas sobre él. - se inclinó sobre el esclavista, que se había sentado en una silla cuando se marchó la matrona Madia. - Como omitas algún detalle no habrá una sola caverna donde puedas esconderte de mi ira

Graktaf era un hombre de negocios; tenía labia y podía conducir cualquier conversación hacia donde él quería. Sin embargo en esta ocasión ni siquiera se atrevió a tragar saliva mientras hablaba; y contó absolutamente todo lo que sabía del misterioso Blaorith.

2 Comments:

Blogger Simón said...

Olé :). A mí me gustan también los episodios tranquilos: no todo van a ser vísceras, jejejeje. (ojo, que las vísceras también tienen que ganarse el pan xD)

2:27 PM  
Blogger Alber said...

Jejeje, por fin conseguiste acabarlo :P
Y no me siento en absoluto presionado, que lo sepas :)
(pero esta noche escribo otra cap xDDD)

8:59 PM  

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