Saturday, August 26, 2006

La Ley del Deuterio. Capítulo 4. El paquete

Y ya por último, para acabar el traspaso de historias de mi blog a aquí, el capítulo 4, transcrito sin apenas cambios (soy un poco puntilloso, así que le retoqué un nada :P). No creo que tenga mañana el cap 5 (es q mañana es sábado...), pero si no estoy muy cansado, el domingo a la noche casi fijo q sí.

Cada uno se colocó en el sitio que Mart les había señalado. Dapal echó una ojeada, intentando permanecer oculto. La comitiva se acercaba. En total eran 8 soldados, cada uno en su aerodeslizador unipersonal, tal como Mart había previsto, sin contar con el guardián especial que conducía el transporte más grande, semejante a una furgoneta. Todo como debía ser. Mart aseguraba que, aunque no dispararía a los soldados para no poner en peligro el paquete, el conductor había sido convenientemente untado y estaba de su parte. Esperaba que fuera cierto.
Se habían repartido los otros 8 soldados entre los 4. Todavía no podía creer que Mart y Wilson estuvieran a favor de que la camarera participase. Una cosa era que tuviese una cara bonita y que en las pruebas de puntería hubiera disparado bastante bien, pero era otra muy distinta que lo fuese a repetir en medio de una batalla real. Por si acaso ya había acordado con Wilson como repartirse los soldados que le tocaban a ella por si fallaba. Teniendo en cuenta que en el plan original sólo figuraban los tres hombres, no debería suponer mucha diferencia, sólo esperaba que, con los nervios, no dañase el paquete, o incluso al guardián. Que te disparen puede ser un buen motivo para cambiar de bando.
Mart les repitió por enésima vez a través del comunicador que esperasen a que el objetivo hubiese llegado al punto exacto. El plan empezaba a parecer insultantemente realizable: la plaza del hangar que había reservado el enemigo parecía preparada para sufrir una emboscada. Relativamente nueva, prácticamente incomunicada con el resto de naves estacionadas en la luna, era la única utilizable como resultado de la última ampliación del hangar, detenida a medio construir debido a la falta de fondos. Entre las grúas abandonadas y las montañas de escombros tenían más que suficientes sitios donde ocultarse y obtener una posición ventajosa una vez empezasen los disparos. Eso sin contar con la inestimable ausencia de miradas indiscretas. Dapal supuso que el guardían untado tendría algo que ver, todo era demasiado favorable. Luego aún tenían que llegar hasta el Nagash, su viejo pero incombustible carguero, pero si completaban con éxito la primera fase, eso debería ser sencillo, siempre y cuando el paquete no llamase mucho la atención. No era la primera vez que viajaban con mercancías ilegales, y nunca habían tenido problemas.
Echó una última ojeada. Sus dos soldados eran, de los que iban en la vanguardia de la comitiva, los que protegían el flanco derecho. Parecían bastante confiados. Aunque Cinty fallase algún disparo, el factor sorpresa debería darles algunos disparos gratis antes de que estuviesen en condiciones de localizarles y responder con peligro. Intentó no pensar en que el gordito parecía todo un padrazo, y que el más alto tenía la misma cara que solía tener Wilson cuando había quedado con una chica, esa sonrisa bobalicona, mezcla de excitación y felicidad. Eran soldados. Si querían una vida feliz deberían haber escogido otra profesión. Y Dapal quería dormir sin remordimientos esa noche.
Mart hizo la señal. Los cuatro dispararon a un tiempo. Dapal eligió primero al gordito, el blanco más fácil. Un agujero de unos diez centímetros de diámetro apareció donde antes estaba su pulmón derecho. El más alto empezaba a desenfundar cuando recibió el segundo disparo, esta vez en el cuello, volatilizándolo. Perfecto, no había perdido demasiada puntería.
Buscó con la mirada a los soldados de Cinty, y le sorprendió ver que ya estaban muertos en el suelo aun antes de que la cabeza cercenada de su segundo soldado llegase al suelo. Todo había salido a pedir de boca. Ocho soldados abatidos, sin una sola baja. El efecto sorpresa ganaba otra vez, y punto para el viejo Mart. Tendría que reírse menos de él, había hecho de un cuatro contra ocho una pelea fácil.

- Venga chicos, todo listo, vamos a por el paquete. Wilson, nos vemos en la nave.
Parecía que Mart les empezaba a tomar un poco en serio. En las últimas 2 horas sólo había escuchado 3 "rubitos" y 8 "niñatos" contra 4 "Wilsons" y 5 "Dapals", "niñato" arriba, "niñato" abajo.
Dapal avanzó hacia el transporte, de donde salía el conductor con las manos en alto. Como estaba acordado, Wilson se dirigió correteando hacia la Nagash para ponerla a punto y poder salir zumbando si se presentaba algún problema por el camino y Dapal examinó los restos de los soldados. Los muertos no necesitaban dinero, y él sí. Wilson, como siempre, hacía gala de su puntería, un acierto en un ojo, otro a la altura de la nariz. El viejo Mart había necesitado tres tiros para acabar su parte, pero tampoco había tenido mayores problemas. Lo que no esperaba era lo de los otros dos cadáveres.

- He tenido algo de suerte, pero creo que no lo he hecho tan mal, ¿no?. A ver si la próxima vez no te opones a que participe.
Cinty le sonreía con picardía. Dapal se obligó a colocar una sonrisa forzada en sus labios, pero esos dos agujeros entre ceja y ceja de los dos soldados muertos no era algo que se pudiera considerar gracioso. Ya no sólo era que la imagen de dos cabezas perfectamente agujereadas no fuese un espectáculo cómico, sino que sumándole sendos agujeros atravesando sendos corazones el resultado era... inquietante.
- Supongo que ya no podré objetar nada. ¿Dónde has aprendido a disparar así?
- Bueno, ya sabes, una chica tiene que aprender a defenderse... He disparado dos veces a cada uno para asegurarme. No quería que perdierais vuestro tiempo cubriéndome.
Seguía sonriendo llena de orgullo, como una chiquilla que ha sacado una buena nota en el colegio.
- Bien... buen trabajo.
¿Defenderse?, eso era... un asesinato, digno del mejor profesional. Había realizado cuatros disparos en el tiempo que Dapal hacía dos, y no se consideraba mal tirador. ¿Esa era la chica indefensa que se suponía que habían rescatado esa misma tarde? Joder, la próxima vez ella tendría que cubrirle a él. Esta chica era tan buena como Wilson, o incluso mejor. Quién sabe, quizá después de todo hubiera reunido un equipo bastante competente.
- Anda, ¿y estos dos?
La voz de sorpresa de Cinty sacó a Dapal de su ensimismamiento. Mart sonreía y abrazaba al conductor con la camaradería de dos viejos compañeros de armas que se reencuentran tras mucho tiempo. ¿Qué diablos pasaba aquí? Se acercó a la parte trasera de la furgoneta, para inspeccionar el tan manido paquete. Abrió la portezuela, y lo que vio no pudo menos que sorprenderle, como tantas cosas ya a lo largó del día.
Ni armas, ni drogas, ni sustancias radioactivas ilegales, ni nada que se le pareciese. Esta vez ni Wilson ni él ganaban la apuesta.
- ¿Quién eres tú? ¿Vienes con Mart?
El paquete hablaba.

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