Thursday, August 24, 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 1: una sombra en la oscuridad

Recomiendo leer en cuanto se pueda el primer capítulo de "El elfo oscuro", de R. A. Salvatore, donde se explica a la perfección lo que son los drows.

La mujer orco caminaba pensativa junto a sus dos compañeros. Habían sido esclavos de los drow desde hacía mucho tiempo, y sólo dos días antes habían sido liberados sin motivo aparente. Les habían ofrecido provisiones, además a cada uno le habían dado su arma preferida: un hacha enorme para Rutobrik, dos ligeras hachas de mano para Kroto y un bastón de madera para ella.

Aún así seguía sintiéndose prisionera, como si decenas de
ojos la estuviesen observando a través la roca de la Antípoda Oscura. Intentó recordar todo aquello que pudiera serle útil sobre el mundo subterráneo, donde el sol no era capaz de llegar. Realmente a su cabeza sólo vinieron historias sobre elfos oscuros para asustar a los niños, así que desistió en su empeño.

Continuó caminando con sus dos compañeros mientras agradecía con una plegaria a Gruumsh que los drows les hubiesen dado antorchas; aunque los orcos tenían la capacidad de ver en zonas oscuras, no eran capaces de discernir nada en ambientes totalmente exentos de luz. Y siempre se agradecía una antorcha que acercar a los numerosos recovecos que se escondían entre las estalagmitas y cuevas de la Infraoscur
idad.

Finalmente tras varias horas de ascender siempre que podían por el camino para alcanzar la superficie decidieron que era el momento de descansar. Llegaron a una estancia amplia, en la que podían extenderse cuanto quisieran. Hicieron una hoguera para ahuyentar a posibles amenazas y se sentaron a descansar sus maltrechos cuerpos. Drala, la orco, observó preocupada la comida que les quedaba. Duraría como mucho dos días más. Empezó a hacer planes para librarse de sus compañeros...

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Se movía veloz, tan rápido como un galgo. Y sin embargo no hacía el más ínfimo ruido; era practicamente indetectable para cualquier ser de este mundo, a no ser que se usaran medios mágicos.

Blaorith sabía de hecho que se estaban usando, y que ahora mismo estaba siendo observado por algunas de las matronas más poderosas de las ciudades más importantes. Se celebraba una exhibición de talentos en Doorotia, su ciudad natal, para que aquellos elfos oscuros sin casa tuvieran la oportunidad de subir un escalafón en la compleja sociedad drow e incorporarse a alguna familia. Sólo los más aventajados podían
participar en dicha exhibición, ya que las matronas la observaban con la intención de encontrar verdaderos mercenarios de élite.

Era el primer año que participaba en el evento; a pesar de que se habían presentado poderosos magos y guerreros de renombre sabía que varias casas se habían fijado ya en él: tenía la complexión normal de un drow, no destacaba por su altura y tenía el cuerpo delgado y bien entrenado. Llevaba el pelo largo, algo normal entre los de su raza, pero sus ojos negros, incluso cuando usaba la infravisión, eran motivo de curiosidad. Sin embargo lo que más extrañaba a los que lo veían era la espada que llevaba: no se parecía en absoluto a las armas drows, ligeras y manejables; era una enorme espada curvada cuya hoja debía de medir casi un metro, y cuyo borde interior tenía el filo aserrado. Esto le h
abía costado el primer día de encierro con sus compañeros de competición numerosas burlas. Las cosas se calmaron los siguientes días cuando algunos de los implicados aparecieron muertos a la mañana sobre charcos de su propia sangre.

Y hoy por fin, tras cuatro días de incomunicación, les habían dado a cada uno un amuleto de seguimiento y los habían dejado salir con la única orden de encontrar presas y cazarlas. Inmediatamente había encontrado un rastro y lo había seguido rapidamente. Finalmente llegó a una estancia donde tres orcos se mantenían alrededor de un fuego. "¿Cazar orcos estúpidos? En fin...". Se camufló en las sombras y se acercó a estudiar la situación; enseguida los catalogó como una presa fácil.

Usando el poder innato de los drows creó una esfera
de oscuridad en la cueva. Al momento los orcos se levantaron y comenzaron a vociferar para localizarse y reunirse ante un posible atacante. Al parecer no sabían de qué trataba la lucha a oscuras... "Estúpidos orcos.". Blaorith se introdujo sigilosamente en la oscuridad. Instantes después se escuchó el sonido metálico de un arma al caer contra el suelo, seguido del ruido de un borbotón de sangre. Drala, aterrorizada, corrió hasta chocar contra una pared; mientras tanto Kroto blandía sus armas presa del pánico.

Drala sólo era capaz de escuchar a su compañero mover freneticamente sus armas. Después escuchó algo parecido a dos silbidos, seguido del ruido de de las hachas de su compañero al tocar el suelo y los alaridos de dolor del mismo. Finalmente el sonido de una columna vertebral al quebrarse.


Blaorith decidió que ya era hora de acabar la función; con un pensamiento dispersó la nube de oscuridad. La cara de terror de la hembra fue la mejor de las recompensas:
en el suelo uno de los orcos tenía el cuello rebanado, y allí estaba él en el medio de la masacre, con su enorme espadón todavía atravesando al otro orco por el abdomen y sobresaliendo por la espalda. Con un movimiento de muñeca desenganchó su arma del exánime cuerpo y sonrió socarrón hacia la mujer orco.

Escuchó a la hembra susurrar unas palabras, y tras asimilarlas se dio cuenta de que era un clérigo y estaba entonando algún tipo de hechizo. Rapidamente se agachó y arrancó la cabeza de un orco con la mano, con un simple tirón, y la
lanzó contra la cara de la sacerdotisa. El cantico de la misma se volvió ininteligible cuando el golpe rompió su mandíbula.

Lentamente el drow se acercó a ella; estaba retrocediendo y tratando de pedir piedad de alguna forma cuando trastabilló y cayó de espaldas; Blaorith se sintió asqueado por lo miserable de la escena, y decidió que era hora de terminar la tarea. Con su mano derecha levantó la espada sobre su cabeza para dar el golpe definitivo. Un fugaz pensamiento paró su mano: se imaginó a los espectadores asombrados por la facilidad con que manejaba un arma tan pesada, impensable para ser enarbolada por un elfo. Y recordó entonces el motivo por el que estaba allí; "Tendré que promocionarme".

Colgó su espada a la espalda mientras por la mente de la aterrorizada Drala se abría paso un pequeño atisbo de esperanza; este fue nublado cuando Blaorith sacó una daga con forma de serpiente y se agachó junto a ella para mostrar a sus espectadores alguno más de sus talentos...




Pues hasta aquí el preludio de mi historia, espero que haya gustado el prota :D:D.

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