La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 2: el surtidor de sangre.
El instinto cazador se desperezó en su interior mientras trataba de encontrar nuevas pistas que lo llevasen a una nueva presa. De nuevo encontró un rastro practicamente igual al primero que había seguido. Más orcos; se estaba cansando ya de los malditos orcos.
Primero Graktaf para probar sus habilidades días después de encontrarlo lo había enfrentado a sucios esclavos orcos. Más tarde lo había obligado a participar con su equipo de batidores en una incursión a la superficie para capturar a los miembros utilizables de una tribu de orcos; a todos aquellos por encima o por debajo de la edad de procrear, o que presentaran síntomas de alguna enfermedad habían sido eliminado. La razón era simple y lógica; Graktaf tenía planes a largo plazo. Si conseguía educar convenientemente a los orcos desde su nacimiento obtendría unos esclavos que valdrían diez veces el precio de los actuales. Por eso sólo quería ejemplares en buenas condiciones y en edad de procrear; el resto debían morir ya que no quería dejar testigos. Y la mayor parte del trabajo sucio había recaído en Blaorith.
Le gustaba pelear con orcos, sentir cómo su espada atravesaba limpiamente su carne era una sensación maravillosa, y más con estos brutos que siempre acababan por dejar descubiertos puntos vitales. Sin embargo en las últimas semanas se había cansado de ellos; estaba bien eliminar a unos cuantos pero llevaba demasiados encima y empezaba a aburrirse. Se había animado con la noticia de que en la competición habría diferentes tipos de criaturas; pero hasta ahora se había encontrado con tres orcos y ahora seguía el rastro de otros tantos. No era justo.
Mientras se deslizaba de caverna en caverna meditaba sobre cómo impresionar a los espectadores en la nueva batalla que se avecinaba; ya había demostrado que sabía luchar en la oscuridad y que conocía varios métodos de tortura. Quizás esta vez simplemente se plantaría delante de los orcos y los exterminaría rapidamente. La eficacia y la eficiencia eran cualidades que los drows tenían en muy alta estima. Sí, eso haría.
Sin embargo una sensación que recordaba haber notado en otra ocasión lo obligó a avanzar con más cautela y aguzando más los sentidos; era una sensación parecida a la ansiedad, pero sin llegar a producir los odiosos síntomas de la misma. La última vez había sido mientras investigaba con otros siervos de Graktaf el camino que tomaría la caravana de esclavos. Instantes después de sentirla un enorme gusano había surgido bajo los pies de la patrulla devorando a varios de sus compañeros. Así que hasta el momento todas las veces que lo había avisado (una vez) había pasado algo peligroso.
Finalmente alcanzó una cueva donde convergían varios caminos; en el centro había ocho orcos sentados entorno a una hoguera que todavía ardía; pero estaban muertos. Se acercó a examinarlos y vio que todos tenía un pequeño agujero en sus cuellos; el que dejaban los dardos envenenados de los drows. Lamentó no haber llegado antes y perderse la fiesta. Sin embargo continuaba acosándolo esa sensación tan desagradable. Un silbido lo puso sobre alerta y consiguió apartarse lo suficiente para que el dardo que apuntaba a su espalda pasase sin rozarlo. Se dio la vuelta y a unos diez metros vio a uno de sus compañeros de encierro con la ballesta alzada. Lo recordaba, lo había visto la primera noche cuando se había levantado a vengarse de las chanzas; estaba estudiando un libro que parecía ser de hechizos, de hecho había notado la magia que irradiaba el volumen. Estaba claro que se enfrentaba a un hechicero; llevó la mano a la empuñadura de su espada cuando el agresor comenzó a utilizar el lenguaje manual de los drows.
- Vaya, lo siento. Te confundí con un orco cuando vi esa enorme espada a tu espalda. Mi intención era matar a un orco.
Blaorith sonrió a pesar de la sensación que notaba dentro de sí y le contestó sin soltar su arma.
- No te preocupes, la intención es lo que cuenta. ¿Hiciste tú eso?
- Oh, sí, impresionante, ¿verdad? No se dieron cuenta de que habían muerto hasta que alcanzaron el infierno.
Una vez más Blaorith sonrió a su interlocutor.
- Tienes que ser muy hábil con la ballesta. Nadie diría que son los disparos de un mago. De hecho todavía no sé por qué no utilizaste tu magia para acabar con ellos.
- En la academia no sólo aprendemos artes arcanas. La magia no siempre es la mejor solución. Los que no conocéis el arte no sabéis el esfuerzo que supone lanzar un hechizo. Es incómodo, notas como parte de tu energía desaparece, notas como las palabras desaparecen de tu mente. Aunque no es realmente un incordio hacer magia sí es incómodo, así que siempre es mejor usar otros medios.
Blaorith se estaba cansando de la burla de ese drow. Sabía que estaba mintiendo.
- Vaya, pues tendré que hacerme mago para hacerme un experto tirador entonces. No conozco a nadie capaz de efectuar ocho disparos en apenas dos segundos. Pensaba que el tiempo mínimo para recargar una ballesta estaba en un segundo.
- ¿Qué quieres decir?
- Si los mataste tú a todos disparaste ocho veces. Y todavía no he visto a un solo orco que no se levante cuando ve que sus compañeros mueren uno a uno.
Blaorith desenfundó la espada y con un rápido movimiento echó un vistazo a los alrededores. Contó a cuatro drows aparte del mago. Descubiertos, salieron de sus escondites desenfundando sus armas sin hacer el más mínimo ruido. Estaba claro que estaban inmersos en un hechizo de silencio para no delatar su posición; el drow se dio cuenta de que por culpa de luchar con orcos siempre había confiado en su oído hasta ahora. Tendría que hacer caso al resto de los sentidos.
Los espadachines lo rodearon. Había visto que el que estaba a su espalda llevaba un látigo. Los demás llevaban empuñadas sendas espadas gemelas cada uno. Todos se parecían entre ellos, así que pensó que serían parientes. Supuso que pertenecerían a alguna familia desaparecida y buscarían lo que él, su contratación en otra. Continuó gesticulando con el mago, conteniendo una ira que lo impelía a lanzarse sobre él y arrancarle las vísceras.
- ¿Qué significa esto?
- Ríndete. Si lo haces te daremos una muerte rápida.
- Pensaba que el objetivo de la prueba era demostrar nuestras habilidades.- entrecerró los ojos en un intento de contenerse.
- ¿Y qué mayor habilidad que la de sorprender al drow que está en boca de todos? Al animal que lleva una espada de orco. Al bastardo de los ojos negros.
Nunca en su vida lo habían insultado. Había tenido una infancia privilegiada; incluso sus hermanas o madre lo trataban con respeto a pesar de ser un varón. Había soportado las afrentas del drow esclavista porque no le quedaba otro remedio. Pero esta escoria no tenía derecho a ofenderlo. Con un movimiento fugaz desenvainó la espada y giró en redondo situándola en horizontal para alejar a los guerreros. Todos fueron capaces de ponerse a salvo ya que había tenido que desenfundar su espada antes de realizar el movimiento. El mago parecía divertido; Blaorith juró que le arrancaría esa sonrisa de su cara. El látigo lo golpeó en la espalda. Sin embargo decidió no encararse con él ya que el látigo no lo mataría de un golpe, y las espadas de los tres drows que tenía enfrente y a los lados respectivamente sí, así que enarboló su espada en una postura defensiva. Se dio cuenta de que era una gran desventaja luchar contra oponentes insonorizados cuando estaba rodeado; se apuntaría esa treta para el futuro.
Gracias a la luz de las brasas observó un destello en su espada; rapidamente movió la mano izquierda a la espalda mientras sujetaba la espada con la otra. El látigo se enrolló alrededor de su brazo. El mago gesticuló burlonamente de nuevo hacia él: "Estúpido, ahora estás atrapado". El drow que tenía a su izquierda trató de aprovechar su flanco descubierto y arremetió con sus armas; Blaorith sonrió y dio un fuerte tirón con su brazo izquierdo; antes de que el drow lo alcanzase su compañero impulsado por el látigo se estrelló con fuerza contra él, cayendo ambos a los pies de Blaorith, uno sobre otro. Rapidamente clavó con fuerza su espada atravesándolos a los dos, y al momento la arrancó de tal forma que el borde aserrado que la misma tenía en su filo interno hizo su trabajo. Ambos drows perecieron al instante mientras sus compañeros observaban aterrados la fugaz y macabra escena; Blaorith con la espada en alto y una mueca en la cara que se podría calificar tanto de terror como de placer, mientras a su izquierda el surtidor en que se habían convertido los cuerpos inertes de los drows iba perdiendo intensidad. El mago fue el que primero recobró la compostura; rapidamente formuló un hechizo. Una bola de fuego se estrelló en el pecho de Blaorith, mientras por su cabeza pasaba el pensamiento de que el mago acababa de matar también a sus compañeros.
Aliviado al ver cómo las llamas rodeaban la escena el mago se tranquilizó. Era un buen hechicero, y su bola de fuego era lo suficientemente potente como para acabar con tres miserables drows. Recordó al público, y se dio la vuelta para dirigirse hacia donde sentía que estaban las esferas invisibles que transmitían todo lo que ocurría. Con una sonrisa de triunfo gesticuló hacia las mismas.
- Sus cazas son mías. Ahora llevo cinco drows y ocho orcos, más lo que haya matado ese bruto.
Sintió un dolor indescriptible encima de su cadera, a la derecha de la columna vertebral. Bajó la mirada llena de angustia y observó el enorme espadón incandescente que asomaba por su barriga. Una fugaz duda se vio disipada para dar paso a otra cuando vio que el cadáver de uno de sus compañeros era arrojado varios metros más adelante. "Así que por eso no lo he oído. No sabía que se me daban tan bien los hechizos de silencio. ¿Cómo habrá sobrevivido al fuego?". La realidad se abrió paso a través del dolor y comenzó a hablar.
- Por favor, ... , ten piedad, ... , me rindo, ya me has vencido.
Una boca se acercó a su oreja y le susurró "Me planteé que podía tener piedad. He decidido que no la tendré. Pero no te preocupes; la intención es lo que cuenta."
El dolor se volvió insoportable cuando la espada giró sobre su mango destrozándole por dentro, y lo último que escuchó el mago fue el sonido de su propia columna al quebrarse.
Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy :D:D. Me gustaría que me dijeseis si me estoy dejando llevar demasiado por el sadismo, porque me da la impresión de que a veces soy demasiado gráfico.
3 Comments:
Muy bueno, sí señor. Ya comentarás qué clase de protección contra el fuego lleva Blaorith, jejeje
Y no te preocupes por ser gráfico, esos detalles le dan mayor realismo xD.
Jajajaja, a Simón el gore le encanta :)
Yo quiero ver a Blaorith en estado berserk :D. Y ahí es imprescindible mucha sangre y vísceras :D:D:D:D
Lo del berserk lo veo complicado todavía, ahora tocan unos cuantos capítulos de tranqui :).
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